Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 14 de junio de 2012

El comino

135. Cuento popular castellano

Éste era un matrimonio que no tenían familia. Y pidieron a Dios que les concediese un hijo aunque fuera como un comino. Y Dios les concedió un hijo como un comino.
Un día el padre fue a por leña. Y al mediodía la madre dijo que quién iba a llevar la comida a su padre. Y dice el Comino:
-Pues yo voy. Me metes en la oreja del macho, y yo voy.
-No, que a lo mejor te pierdes -le decía su madre.
Pero insistió el Comino, y por fin le metió la madre en la oreja del macho y fue a llevarle la comida a su padre. Y iba diciendo en la oreja del macho:
-¡Arre, macho! Arre, macho!
Y otros iban por el camino detrás de él. Y creyendo que no iba nadie con el macho, se acercaron para robarle. Pero cuando llegaban ellos, decía el Cominín:
-¡Quiriquí, que estoy yo aquí! ¡Quiriquí, que estoy yo aquí! Y se retiraron. Pero volvieron otra vez, y el Cominín dijo lo mismo:
-¡Quiriquí, que estoy yo aquí! ¡Quiriquí, que estoy yo aquí!
Por fin llegó adonde estaba su padre, y le sacó éste de la oreja del macho. Y de que comieron, le metió en un haz de leña que se traía a casa.
Y al llegar al pueblo, dejó el haz a descansar en una ventana que daba al patio de un cura donde tenían hierba para la vaca. Y fue el criado a echar hierba a la vaca y, echando hierba, echó al Cominín con ella. Y la comió la vaca. Y cuando estaba en el vientre de la vaca, decía el Cominín:
-No quiero más heno. No quiero más heno.
Y el criado subió a decir al cura que no sabía qué había den­tro de la vaca, que decía que no quería más heno. Y el cura le dijo que sería mentira, que no habría nada. Y bajó y de que lo vio, le dijo que mataría la vaca para ver lo que tenía. Y la mata­ron y tiraron el vientre a la calle. Y en el vientre estaba el Cominín.
Pasó un lobo y se le tragó. Y el Cominín iba diciendo en la tripa del lobo:
-¿Sabes adónde vamos a ir para pasar las Navidades bien? A la cocina de mi padre, que tiene buenos chorizos colgados.
-No -dice el lobo-, que no nos podremos meter, porque nos sentirá.
Y dice el Cominín:
-¡Sí! Por el agujero del fregadero nos metemos.
Y se metieron por allí. Después que se comió el lobo los cho­rizos, se tumbó a dormir. Y los padres del Cominín decían que si sentían una cosa. Se levantaron a ver y mataron al lobo. Y salió el Cominín, y se quedaron con él otra vez.

Sepúlveda, Segovia. Narrador IV, 2 de abril, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. anonimo (castilla y leon)

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