Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 25 de mayo de 2012

El pastor y el búho

Había una vez un hombre saharaui que, como era cos­tumbre, llevaba su rebaño para venderlo en el zoco junto con otros pastores. Viajaban juntos, pero como el rebaño de este hombre era muy grande, avanzaban despacio. Un día sus com­pañeros de viaje le dijeron:
-Mientras lleves tantos corderos no podremos viajar jun­tos, no llegaremos nunca.
Cogió su camello y su rebaño y se fue. Anduvo y anduvo hasta que llegó a un lugar que no estaba muy lejos de donde había partido. Atardecía ya y apareció un búho gritando y sal­tando a su alrededor y el hombre le dijo:
-¿Quieres comprarme estos corderos?
El búho dio un grito y se calló.
-¿A qué precio los vas a comprar?
El búho respondió con otro grito.
-De acuerdo, te los vendo por este precio.
De nuevo el búho contestó con un grito.
-Vendré a verte dentro de un mes.
Dio un grito por última vez y el búho se alejó volando.
El hombre pasó la noche allí y al día siguiente regresó don­de estaban sus amigos, quienes al verlo le preguntaron:
-¿Dónde está tu rebaño? ¿Qué has hecho con él?
-Se lo vendí todo a un búho que me encontré -explicó.
-¿Qué? -insistieron sus sorprendidos amigos.
-Pues sí, se lo he vendido a un búho.
Los amigos no creyeron nada de lo que el hombre les con­taba y decidieron ir en busca del rebaño.
-¿Dónde vais? -les preguntó-. No encontraréis nada, ya os he dicho que se lo vendí a un búho.
Sus amigos no hicieron caso y fueron a buscar el rebaño.
Al llegar donde estaba el búho sólo vieron los huesos y la lana. No quedaba ni un cordero vivo y regresaron.
El día en que se cumplía un mes de la venta, montó el hombre en su camello y partió en busca del búho.
Lo encontró en el lugar acordado y le preguntó:
-¿Has preparado lo que me debes?
El búho gritó y empezó a volar. El hombre salió cabalgan­do detrás de él. Cada vez que lo alcanzaba, levantaba el vuelo y volvía a esperar que lo alcanzase. De este modo llegaron ante una recóndita cueva y el búho penetró en ella. El hom­bre descabalgó para seguirle y lo encontró posado encima de una piedra grande y plana. Al acercarse vio por una rendija que debajo había una tinaja llena de monedas de oro.
El hombre la cogió y el búho se marchó volando. Empezó a contar las monedas hasta que reunió la cantidad acordada con el búho por el rebaño. Luego, volvió a dejar la tinaja con el resto de las monedas debajo de la piedra y se marchó.
Al llegar junto a su familia, ésta se quedó sorprendida y quiso saber dónde estaba la cueva. El hombre les dijo:
-Yo tengo el dinero que me debía el búho. Nunca os en­señaré el lugar donde lo encontré.
Sin embargo, no le hicieron ningún caso y, movidos por la ambición, salieron en su busca. Pero no encontraron ni rastro de la cueva ni de la tinaja.
-¡Qué tontos habéis sido! -les recriminó-. Aunque removierais el cielo y la tierra jamás encontraríais ese lugar.


051 Anónimo (saharaui)

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