Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 25 de mayo de 2012

El chacal y shertat

Había una vez dos jinetes que se pararon a descansar y almorzaron bajo la sombra de una talja. Cuando terminaron reemprendieron su camino, pero uno de ellos olvidó su de­rrah muy bien doblada bajo la talja.
Acertó a pasar por allí un chacal y se acercó a ver qué era aquel bulto misterioso. Lo observó con curiosidad, lo cogió cautelosamente y empezó a desdoblarlo. Cuando vio que era una derrah, decidió llevarla consigo y siguió su camino.
Al poco de andar se tropezó con Shertat [1], que llevaba arras­trando un cordero muy grande, que acababa de robar, con la intención de comérselo.
Empezaron a saludarse:
-¡Hola! ¿Cómo estás?
-¡Bien! ¿Cómo te ha ido?
En seguida, Shertat vio el paquete que el chacal llevaba bajo el brazo y, no pudiendo contener su curiosidad, le pre­guntó:
-¿Qué es lo que llevas ahi?
-No, no es nada importante. Pero no puedo decirte qué es.
Shertat, cada vez más intrigado, siguió probando:
-Pues si no es nada importante, dime lo que es.
-Simplemente es una derrah.
-¿Y para qué quieres tú una derrah?
-Eso no te lo puedo decir. Es un secreto de familia. Nues­tro abuelo la dejó a nuestro padre y él nos la ha dejado a no­sotros. Tiene algunos poderes secretos. Como ve, es una he­rencia muy antigua y procede de un país muy lejano.
La curiosidad de Shertat por conocer el secreto de la derrah iba en aumento y continuó insistiendo ante el chacal para que se lo revelara. Al fin, éste accedió:
-Voy a decirte para qué sirve, pero con la condición de que no me la pidas ni quieras comprármela.
-De acuerdo, sólo quiero saber su secreto.
-Esta derrah, cuando alguien se la pone, puede correr y correr, hasta que se le sequen los ojos [2]. Y, cuando ya está muy cansado, puede pedir cualquier cosa. En un instan­te se le aparece allí mismo lo que ha pedido.
En ese momento el interés de Shertat por la derrah no te­nía límites.
-Me la tienes que vender, te pagaré lo que sea, pero tie­ne que ser mía.
-Ya te he dicho que no lo haría.
-Te pagaré lo que quieras.
-Te he dicho que no quería venderla.
Y siguieron así un buen rato, hasta que al final el chacal le dijo:
-Mira, te la voy a vender, pero con una condición: me la tienes que pagar al contado, no pienso fiarte.
-¿Y cuánto pides?
-Quiero doscientos camellos.
-¿Doscientos camellos?... Es que... ahora mismo no los tengo. Acepta esta oveja y luego te pagaré el resto.
-No puedo aceptar, te dije al contado.
-Venga, acéptame la oveja y luego te daré los camellos.
Por fin, accedió el chacal a darle la derrah a cambio de la oveja. Cuando cada cual tuvo lo que quería, empezaron a correr en direcciones opuestas tan rápido como podían, por si acaso el otro se arrepentía del trato hecho.
El chacal llegó cerca de un uad y se dispuso a darse un buen festín con el cordero.
Shertat corrió y corrió hasta que se creyó seguro. Y con gran intriga se puso la derrah. Empezó a correr de nuevo has­ta tener los ojos secos. Cuando no pudo dar ni un paso más, se paró y dijo:
-Doscientos camellos.
Y no apareció nada.
-Será que no he corrido bastante -se dijo.
Empezó de nuevo a correr hasta agotarse y pidió:
-Cien caballos.
Tampoco esta vez ocurrió nada.
-Será porque no he corrido aún lo suficiente.
Y volvió a reanudar su carrera hasta que se paró para pedir:
-Quince caballos.
Y nada.
Casi sin aliento, arrastrándose, y con un hilo de voz dijo:
-Mi cordero...
«...tengo que correr aún más», pensó.

051 Anónimo (saharaui)

[1] Shertart es el protagonista de numerosos cuentos cortos y gracio-sos, típicamente saharauis.
[2] Expresión que significa «correr hasta quedar exhausto».

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