La Pita vivía entre plantas, pero sentía mucha envidia de ellas, pues todas
menos ella tenían flor cada año.
‑No las envidies, hija ‑decía su madre, que si Dios no nos ha dado flor,
por algo será.
Pero la Pita pedía a Dios todas las mañanas:
‑¡Quiero flor, aunque me muera después!
Tanta lata dio a Dios, que la castigó:
‑¡Cómo! ¿prefieres morir? ‑exclamó Dios. ¡Pues ahí lo tienes; florecerás
una vez en la vida, pero justo antes de morir! ¡Por presumida!
¡Así es, la Pita florece el año que va a morir, y nunca más...!
999. Anonimo,
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