Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de diciembre de 2013

La zorra de juez .80

La zorra andaba flaca y muerta de hambre y no sabía qué hacer para conseguir alguna buena presa. Entonces pensó ponerse de juez, hacerse el juez para asustar a alguno de los animales que pudieran proporcionarle comida. Agarró un güeso largo, que encontró en el campo, y atravesado se lo puso en el hocico. Y jue y se paró en el medio de un camino, atajando a todos los animales que pasaban. Pasó un buey con astas muy grandes, y doña Juana le dijo:
-Oiga, don astas de leña, ¿no sabe que yo soy juez?
-Perdone señora -le contestó el buey.
-Pase no más -le contestó la zorra, que no podía aprovecharse de un animal tan grande.
En eso pasó un avestruz, y la zorra le gritó:
-Oiga, don cogote de revolvedor, ¿no sabe que yo soy juez?
-¡Perdone, señora! -le dijo el suri.
-Pase no más -volvió a decir la zorra, que tampoco podía con aquel animal más ligero y fortacho que ella.
 Así estuvo la zorra, haciendo de juez, en el medio del camino, y a todos los animales que pasaban hacía que le respetaran la autoridá. Siempre estaba a la espera de que pasara alguno que le pudiera servir para su comida. Pero por ahí vio una polvareda muy grande. Paró la oreja y miró. Vio que eran unos arrieros que venían con un arreo muy grande, y que traían muchos perros. Y cuando vio que los perros venían adelante, y qua ya estaban cerquita, botó185 el güeso y disparó. No tuvo más que meterse en una cueva que encontró.
Llegaron los perros que la habían visto y bajaron en la puerta de la cueva. Como no la podían sacar, los perros pícaros comenzaron a hacerle camino, para ver si la hacían salir, y matarla. Y le decían:
-¡Ay, doña Juanita, qué hociquito más pulido y bonito tiene! ¡Qué ojitos tan negros y brillantes le ha dado Dios! ¡Qué cuero más lustroso tiene, y tan suave que parece una seda!
La zorra estaba muy contenta, porque es muy vanidosa, y se movía moniando, en la cueva. Con las manitos se tocaba el hociquito, y los ojitos, y el cuero. Pensaba que los perros le decían la verdá y que le envidiaban todo lo que ella tenía, tan lindo.
Y entonces los perros seguían diciendo:
-Lástima que tenga una cola tan fiera, tan peluda y tan hedionda. Tire para afuera, doña Juanita, esa cola cagada, que le hace pasar vergüenza.
Doña Juanita se miró la cola. Le pareció que los perros tenían razón, que era una cola horrible, y claro, estaba muy hedionda, porque le había pasado una desgracia muy grande, con el susto que le dieron los perros. Y pensó doña Juanita que ella iba a ser mucho más bonita sin esa cola sucia y hedionda, y agarró y se acercó a la puerta de la cueva, y tiró para afuera la cola. Y en cuanto apareció la cola, se avanzaron los cincuenta perros que estaban esperando, sacaron la zorra para afuera y la despedazaron. Así pagó la zorra la mentira que le echó a la palomita  y la muerte del hijito de doña Petrona, que todavía andaba llorando por el campo, la pobre.

Y pasí por un caminito lleno de polvo,
para que usté me cuente otro.

Elvira A. de Videla, 55 años. San Juan. Capital. San Juan, 1945.

Semiculta. Excelente narradora.

Cuento 80. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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