El rinoceronte era un animal malhumorado capaz de
perder la cabeza y atacar a cualquiera en un arranque de mal genio. La liebre
estaba harta de escucharlo jactarse de su fuerza. Y un día decidió desafiarlo:
-Rinoceronte, puedes amenazarme con tu cuerno, pero no
eres más fuerte que esta liebre.
-¡Qué tonterías estás diciendo! -rugió el rinoceronte,
enojado.
-Lo digo y lo sostengo. Te desafío a una prueba de
fuerza, mañana por la
mañana. Vamos a tirar de una cuerda, uno de cada lado, a ver
quién consigue arrastrar al otro.
La idea le hizo tanta gracia al rinoceronte que le
quitó el mal humor y se pasó riendo todo el día, cada vez que se acordaba de la
minúscula liebre.
Entretanto la liebre fue a buscar al hipopótamo, que
vivía en el río, del otro lado de una espesa selva.
-¡Hola, hipo! -saludó la liebre. ¿A que no tienes
tanta fuerza como yo?
El hipopótamo estaba pastando tranquilamente y las
palabras de la liebre le parecieron tan absurdas que se limitó a mirarla y a
seguir masticando.
-¡Me tiene miedo! -gritó la liebre. Otros
animales, sobre todo los pájaros y los monos, comenzaban a reunirse para ver
qué pasaba. ¡El hipopótamo me tiene miedo! ¡No se atreve a medir sus fuerzas
conmigo!
Tanto hizo y tanto dijo que, al fin, el pobre
hipopótamo aceptó medirse con la liebre en una prueba de fuerza.
Al día siguiente, por la mañana, la liebre corrió
hasta donde estaba el rinoceronte, lo ató bien fuerte y tomando el otro extremo
de la cuerda se internó en la selva.
-Espera hasta sentir que yo doy el primer tirón y
entonces empiezas a tirar tú también -le dijo.
Corriendo y saltando lo más rápido que pudo atravesó
la selva para llegar al río. Allí la estaba esperando el hipopótamo, listo para
el torneo. La liebre lo ató bien fuerte y fingiendo llevarse el otro extremo de
la cuerda, le dijo exactamente lo mismo que le había dicho al rinoceronte.
Cuando estuvo otra vez en medio de la selva, la liebre
dio un tirón a cada lado de la
cuerda. Y los dos enormes animales empezaron a tironear, cada
uno para su lado. Lucharon y sudaron y se esforzaron, creyendo, cada uno, que
su rival era la astuta liebre. Así pasaron horas enteras. De pronto el
hipopótamo conseguía arrastrar un trecho al rinoceronte, que entonces se afirmaba
con más fuerza y hacía retroceder al hipopótamo.
Cuando la liebre se cansó de tanto reírse, cortó la
cuerda por la mitad y los dos animales se cayeron de nariz contra el suelo. Y
desde entonces trataron a la liebre con mucho respeto, convencidos de que
habían sostenido un desafío contra el animal más fuerte del mundo.
0.009.1 anonimo (africa-asanga) - 059
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