Una vez dicen que fue un cura de Córdoba a predicar a
un pueblo el día del santo, que era San Roque. El cura fue de mala gana, porque
le habían dicho que en aquel pueblo pagaban muy mal los sermones. Conque llegó
el cura y, antes de celebrar la misa, se metió en el confesionario a confesar a
la gente. A una mujer que fue a confesarse le dice:
-Señora, usted perdone, pero ¿quiere usted decirme por
qué pagan tan mal los sermones en este pueblo?
Y la mujer le contesta:
-Mire usted, señor cura, que yo no quisiera decirle la
verdad, pero, si no se lo cuenta a nadie, se lo digo.
Y dice el cura:
-Descuide usted, señora, ¿a quién se lo voy a decir?
Si es que quisiera saber por qué pagan siempre tan mal el sermón. Entonces la
mujer se lo dijo:
-Pues mire usted, señor cura. Es que los que vienen a
predicar casi nunca dicen nada de San Roque, y por eso les pagan muy poco.
Siempre que viene algún cura el día del santo a echar el sermón se pone el
alguacil debajo del púlpito con una caña y una hoz y cada vez que el cura
mienta a San Roque hace una raya en la caña con la hoz, y cuando el cura
termina va el alcalde y le paga un real por cada raya. Y eso es todo.
Bueno, pues el cura, como ya estaba avisado, se subió
al púlpito y comenzó el sermón así:
-Queridos hermanos: ya saben ustedes que hoy es el día
de San Roque.
Y a eso el alguacil, plin, una raya en la caña. Y
sigue el cura:
-Y en este día de San Roque todos debemos darle
gracias a San Roque.
Y el alguacil, plin, plin, dos rayas. Y sigue el cura:
-¡Oh, bendito San Roque! ¡Sapientísimo San Roque! ¡San
Roque arriba y San Roque abajo! ¡Todos adoran a San Roque! ¡Todos a San Roque
claman! ¡Todos a San Roque gritan! ¡Hasta las ranas, en vez de croar, dicen
hoy: Roque, Roque, Roque!
Y el alguacil, plin, plin, plin, plin..., venga rayas,
que no daba abasto. Pero el cura seguía:
-Porque todos le debemos favores a San Roque. Una vez
fue San Roque a visitar un pueblo y todos salieron a recibir a San Roque. Todas
las mujeres le besaban la mano a San Roque, y los niños le besaban la mano a
San Roque, y hasta los hombres le besaban la mano a San Roque, y las mocitas le
besaban la mano a San Roque.
Y el alguacil con la hoz: plin, plin, plin... Y el
cura que no paraba:
-Y cuando San Roque regresó a su pueblo, también
salieron todos a recibirle, y todas las mujeres le besaban la mano a San Roque,
y los niños le besaban la mano a San Roque, y hasta los hombres de su pueblo le
besaban la mano a San Roque, y las mocitas le besaban la mano a San Roque; en
fin, todo el mundo le besaba la mano a San Roque.
Y el alguacil que perdía la cuenta: plin, plin, plin,
plin...
-Y como hacía mucho tiempo que había estado fuera de
San Roque, que diga, de su pueblo, unos querían que San Roque fuera a ver a un niño
enfermo, otros que San Roque curara a un ciego, una mujer que San Roque le
curara a su madre, y el marido que San Roque no la curara, uno que San Roque
curara a su madre, y la mujer que San Roque no la curara, una que San Roque
curara a su hija, que tenía la lepra, y le buscara novio; una que San Roque le
quitara el novio a otra; en fin, todos le pedían algo a San Roque, porque San
Roque era muy milagroso,
y porque...
En esto sale el alguacil de debajo del púlpito y dice:
-¡Alto ahí, señor cura, que se me ha acabao la caña y
voy por otra! Y salta el alcalde:
-¡Eso, eso, pero que sea para partírsela en las
costillas como vuelva a nombrar a San Roque!
0.003.1 anonimo (españa) - 075
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