Misino había entrado por un agujero, tal vez hecho
ex profeso para él, y había probablemente avisado a alguien del castillo, pues
la puerta de la verja se abrió sin que Blondina hubiese llamado. La Princesa entró en el
patio y no vió a nadie. La puerta del castillo se abrió también por sí sola y
Blondina entró en un vestíbulo de mármol blanco. Después recorrió varias
habitaciones suntuosas y al fin percibió en un lindo salón tapizado de oro y
azul una cierva blanca recostada sobre un montón de hierbas finas. Misino
estaba junto a ella.
La cierva vió a Blondina, se levantó, salió a su
encuentro y le dijo:
-Tranquilízate, Blondina, estás entre amigos.
Conozco a tu padre el Rey y le quiero tanto como a ti.
-Oh señora -dijo Blondina, si conocéis a mi padre,
llevadme junto a él, pues debe de estar muy triste por mi ausencia.
-Mi querida Blondina -repuso Buena-Cierva
suspirando. No está en mi poder el devolverte a tu padre, pues estás bajo el
poder del encantador del bosque de las Lilas. Yo misma estoy sometida a su
poder, superior al mío, pero puedo enviar a tu padre sueños que le
tranquilizarán sabiendo que estás conmigo.
-¡De modo -exclamó Blondina horrorizada- que no
veré nunca más a mi padre, a quien tanto quiero!
-Querida Blondina, dejemos en paz el porvenir.
Volverás a ver a tu padre, pero todavía tiene que pasar algún tiempo. Misinito
y yo haremos que, mientras tanto, seas feliz.
Blondina suspiró y lloró un poquito. Después,
pensando en que esto era no agradecer las bondades de Buena-Cierva, se contuvo
e hizo esfuerzos para conversar alegremente.
Buena-Cierva y Misinito la llevaron al cuarto que
se le había destinado. Estaba todo tapizado de seda de color de rosa, bordada
en oro, y los muebles eran de terciopelo blanco, bordados admirablemente con
sedas brillantes. Todos los animales, los pájaros, las mariposas, los insectos,
estaban allí representados. En la pared estaban colgados dos magníficos
retratos representando una mujer joven muy hermosa y un encantador muchacho.
Los trajes que llevaban atestiguaban su origen real.
-¿De quién son estos retratos, señora? -preguntó
Blondina a la cierva.
-Ahora tengo prohibido contestarte, pero lo sabrás
más tarde. Es hora de comer y debes de tener apetito. Ven conmigo, Blondina.
La comida fué exquisita y de lo mejor. Blondina
tenía hambre; comió de todo y lo halló excelente.
Después de comer bajaron al jardín, donde Blondina
halló los frutos más suculentos y además pudo pasearse, correr y jugar a su antojo.
Cuando estuvo cansada, dos gacelas (que eran las encargadas del servicio del
palacio) la condujeron al castillo, la desnudaron y la acostaron. Y Blondina
no tardó en dormirse, no sin haber antes pensado en su padre y llorado
amargamente su separación.
0.012.1 anonimo (alemania) - 066
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