Había un Rey que se llamaba Benigno; todo el mundo
le quería porque era bueno y justo. Su esposa la Reina Dulcita era
tan buena como él. Tenían una hija, la Princesita Blondina ,
que era tan buena como ellos dos. Por desgracia, la Reina murió pocos meses
después del nacimiento de Blondina y el Rey la lloró mucho tiempo. El Rey
quería tiernamente a Blondina y Blondina quería al Rey más que a nadie en el
mundo. El Rey le daba los mejores bombones, los juguetes más hermosos y las
frutas más deliciosas. Y Blondina era muy feliz.
Un día dijeron al Rey Benigno que todos sus
súbditos deseaban que se casase nuevamente a fin de que tuviese un hijo que le
sucediese en el trono. El Rey rehusó primero, pero acabó por ceder a las
instancias y deseos de sus vasallos. Llamó a su ministro Ligero y le dijo:
-Amigo mío, estoy aún tan triste por la muerte de
mi pobre esposa Dulcita que no quiero encargarme yo mismo de buscarme otra.
Encárgate tú de hallar una Princesa que se comprometa a hacer feliz a mi hija
Blondina. No pido otra condición a mi futura esposa.
El ministro partió en seguida; visitó a todos los
Reyes con hijas casaderas y vió muchas Princesas que por una causa u otra no le
gustaron. Al fin llegó a la corte del Rey Turbulento, que tenía una hija guapa,
espiritual, amable y que parecía buena. Ligero la encontró tan encantadora que
la pidió en seguida en matrimonio en nombre del Rey Benigno, sin informarse
antes de si realmente era buena o sólo lo parecía. Turbulento, encantado de
desembarazarse de aquel modo de su hija, que en realidad tenía un mal carácter,
accedió en seguida y la entregó a Ligero para que la condujese al reino del Rey
Benigno.
El ministro, pues, llevó consigo a la Princesa Bribona ,
y el Rey Benigno, que había sido advertido de su llegada por un propio, les
salió al encuentro. Encontró bella a la Princesa , pero ¡qué lejos estaba de tener el
aspecto dulce y bueno de la
pobre Dulcita !
Cuando Bribona vió a Blondina la miró de tan mala
manera que la Princesita ,
que tenía ya tres años, tuvo miedo y se puso a llorar.
-¡Papá, querido papá! ¡Tengo miedo!...
El Rey, sorprendido, miró a la Princesa Bribona
y ésta no pudo componer con tanta rapidez el rostro que el Rey no viese la
mirada terrible que asustaba a Blondina. Inmediatamente decidió que Blondina
viviría separada de la
nueva Reina , bajo la vigilancia exclusiva de la nodriza y de
la doncella que la habían criado y que la querían tiernamente. De este modo la Reina veía raramente a
Blondina, pero aun así, cuando por casualidad la encontraba, no podía disimular
por completo el odio que la tenía.
Al cabo de cierto tiempo, Bribona tuvo una hija, a
la que llamaron Morenita a causa de sus cabellos, que eran negros como el
carbón. Morenita era hermosa, pero bastante menos que Blondina; además era tan
mala como su mamá y detestaba a Blondina, a la cual hacía todo el daño posible;
la mordía, la pellizcaba, le tiraba de los cabellos, le rompía los juguetes y
le manchaba sus mejores vestidos. Blondina no se enfadaba nunca y siempre
trataba de excusar a su hermanastra.
-¡Oh papá! -decía al Rey. ¡No la riñas! Es tan
pequeña que no sabe el mal que hace.
El Rey Benigno abrazaba a su hija Blondina y no
decía nada, pero bien veía que Morenita hacía todo aquello por maldad y que
Blondina la excusaba de buena que era. Y cada vez quería más a su hijita mayor.
0.012.1 anonimo (alemania) - 066
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