Blondina estaba estupefacta; claramente veía el
horror de su conducta; había sido ingrata con unos amigos que durante siete
años se habían sacrificado por ella. Quiso ver inmediatamente a Buena-Cierva y
se puso en camino. Las raíces y las espinas le arañaban la cara, brazos y
piernas, y sólo después de tres horas de marcha penosísima llegó ante el
palacio.
Pero el magnífico palacio era ahora un montón de
ruinas y los hermosos árboles que lo rodeaban se habían convertido en cardos y
espinas. Terriblemente asustada, quiso penetrar en las ruinas para saber qué
había sido de sus amigos. Un enorme sapo salió de debajo de unas piedras y
dijo:
-¿Qué buscas? ¿No eres tú con tu ingratitud la
causante de la muerte de tus amigos? Vete y no insultes su memoria con tu
presen-cia.
Blondina se dejó caer al suelo sollozando. Lloró
durante mucho rato; al fin se levantó y miró en torno para buscar un abrigo,
pero no vió nada.
-¡Bueno! -dijo la muchacha. ¿Qué me importa ser
despedazada por las fieras o morir de hambre y de dolor? Así expiaré la muerte
de Buena-Cierva y Misinito.
Pero entonces oyó una voz que decía:
-¡El arrepentimiento puede borrar muchas faltas!
Levantó la cabeza y sólo vió a un cuervo que revoloteaba por encima de su
cabeza.
-¡Valor, Blondina !¡ Ten esperanza! -le gritó una
voz.
La muchacha vió una rana que la estaba mirando
compasivamente.
-¡Pobre rana! -dijo Blondina. ¿Qué será de mí ahora
que estoy sola en el mundo?
-¡Valor y esperanza! -dijo la voz.
Blondina suspiró; miró a su alrededor con la
esperanza de descubrir algún fruto silvestre, pues tenía hambre y sed. Pero
como no vió nada se puso a llorar.
Un ruido de cascabeles le hizo volver la cabeza. Una vaca se
aproximaba poco a poco; al llegar junto a ella se detuvo, inclinó la cabeza y
le hizo ver una escudilla que llevaba sujeta al cuello. Blondina, contentísima
por aquel socorro inesperado, se puso a ordeñar la vaca y bebió con delicia dos
escudillas de su leche. Blondina volvió la escudilla a su sitio, besó a la vaca
y le dijo tristemente:
-¡Gracias, Blanquita! Sin duda debo este caritativo
socorro a mis amigos, que puede que estén viendo desde otro mundo mi sincero
arrepentimiento.
La noche se acercaba y Blondina, a pesar de su
pena, empezó a pensar en el modo de evitar a las bestias feroces, de las que
creía ya oír los rugidos. A pocos pasos había una especie de cabaña formada por
ramas caídas y entrelazadas. Entró agachándose un poco y vió que, levantando y
sujetando alguna de ellas, podría hacer una casita. Empleó lo que quedaba de
luz en arreglar su estancia, cubrió el suelo con musgo, encerróse como pudo en
su cabaña y se acostó fatigadísima.
Se despertó muy avanzada la mañana y, reflexionando
sobre las desgracias de la víspera, comenzó de nuevo sus lloros. Sin embargo,
el hambre comenzaba a hacerse sentir y aún no había empezado a inquietarse por
ello cuando oyó el ruido de cascabeles del día anterior. Poco después
Blanquita estaba a su lado. Y desde entonces ya no tuvo que preocuparse, pues por
la mañana, al mediodía y por la tarde, la vaca le traía invariablemente su
frugal comida.
De este modo vivió la joven durante seis semanas. Y
de buena gana hubiera consentido en pasar allí toda su vida si con ello hubiese
podido devolver la vida a Buena-Cierva y a Misino.
0.012.1 anonimo (alemania) - 066
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