Muy de mañana se levantó el lobo, muerto de hambre.
Salió de su cueva, estiró el rabo y le sopló el trasero.
-¡Buen día de vianda para el lobo -se dijo, puesto que
me ha soplado el trasero!
Se echó a andar muy ufano y al poco tiempo encontró un
pernil de tocino. Fue a meterle el diente, pero dijo:
-No, que tiene mucha grasa y ha de hacerme daño. Hoy
es buen día de vianda y encontraré mucha carne.
Dejó el tocino donde estaba y siguió andando. Llegó a
un prado, donde había dos carneros paciendo.
-Buenos días, carneritos. Bien dije yo esta mañana que
me había soplado el trasero y había de encontrar mucha carne.
-Ah, pues muy bien -dijeron los carneros. De todas
maneras nos tienen aquí para eso, para que engordemos un poco y comérsenos...
Lo mismo nos da que nos coma usted, que nos coman los amos. Pero antes
quisiéramos pedirle un favor.
-Ustedes dirán -dijo el lobo, que ya se relamía de
gusto.
-Es que andamos discutiendo sobre cuál de los dos llevará
la mejor parte de este prado que heredamos de nuestro abuelo, y para que
nuestros hijos no anden en pleitos, ahora que vamos a morir, quisiéramos que
nos ayudara a partirlo.
-Eso está hecho. Con tal de que después me los coma...
-Mire, si le parece, nos vamos a ir cada uno de
nosotros a una punta del prado. Desde allí echamos a correr y el que llegue
primero a donde está usted, ese lleva la mejor parte.
Se mostró de acuerdo el lobo y los dos carneros se
fueron cada uno a una punta del prado. Desde allí echaron a correr con todas
sus fuerzas, y con tan buen tino, que llegando al mismo tiempo los dos pillaron
al lobo en medio. Tan gran topetazo le dieron que le quebraron siete costillas.
Cuando el lobo pudo levantarse, dijo:
-¡Quién me mandaría a mí no comerme aquel pernil de
tocino y meterme a partidor de prados! Pero hoy es buen día de vianda para el
lobo, porque me sopló el trasero.
Y siguió adelante, anda que te anda, hasta que llegó a
donde estaba una yegua con su potrillo.
-¡Buenos días, señora yegua! ¿Qué hace usted por aquí?
Y le contestó la yegua:
-Pues nada, a ver si pillo un poco de hierba.
-Pues mire usted, que en eso de comer ando yo muy mal.
Todavía
no he almorzado -dijo el lobo. Y como no hay que
despreciar lo que se tiene delante, ahora mismo me voy a comer a su potrillo. Y
la yegua le dice:
-Pues mire usted, compadre lobo, sino hay otro
remedio... Pero, como no quiero verlo, me voy a alejar. Lo malo es que hace
tres días que tengo una espina clavada en esta pata, y no puedo andar. Si usted
fuera tan amable de quitármela, podría irme para no ver cómo se come usted mi
potrillo.
-Está bien. A ver esa pata.
Levantó la yegua una pata y, en el momento en que el
lobo se acercaba a mirarla, le dio tan soberbia coz en el hocico, que le partió
varias muelas y estuvo rodando un rato por el suelo. La yegua y su potrillo
echaron a correr, y cuando el lobo pudo levantarse, dijo:
-¡Quién me mandaría á mí no comerme aquel pernil de
tocino, meterme a partidor de prados y a veterinario después! Pero hoy es buen día
de vianda para el lobo, porque me sopló el trasero.
Conque siguió andando, con mucho trabajo y cada vez
más hambriento, cuando llegó a un corral donde había unas cabras.
-¡Buenos días, cabritas! -les dijo el lobo. Vayan
ustedes rezando lo que sepan, porque van a morir.
-¡Ay, señor lobo! Precisamente en eso estábamos.
Cantando unas vísperas. Si a usted no le importa, podríamos acabarlas, y así
subiremos derechitas al cielo. Y si quiere usted acompañarnos, mejor será.
-No estoy yo para muchos cantos -dijo el lobo. Pero
todo sea porque mueran contentas.
No acabó de decirlo cuando se pusieron las cabras:
«¡Báaaa, báaaa, báaaa!». Y el lobo: «¡Aúuu, aúuu, aúuu!». Claro, tal estrépito
formaron en el corral, que en seguida acudieron los pastores con piedras y palos.
Y le dieron al lobo tal paliza, que por poco no deja allí el pellejo.
Cuando pudo recuperarse, ya lejos del corral, dice:
-¡Quién me mandaría a mí no comerme el pernil de
tocino, meterme a partidor de prados, a veterinario después y ahora a
sacristán! Pero hoy es buen día de vianda para el lobo, porque me sopló el
trasero.
Y siguió adelante como pudo, y anda que te anda llegó
a orillas del río. Había allí una cerda bebiendo agua con sus cerditos, muy
cerca del molino. Dice el lobo:
-¡Ay, señora cerda, que vengo muerto de hambre y no
tengo más remedio que comerme a sus lechoncitos!
-Pues qué se le va a hacer -dijo la cerda. Si se los
ha de comer usted, cómaselos. Tan solo le pido que me ayude a bautizarlos, para
que mueran santos.
-Bueno, bueno. Pero que sea deprisa, porque me caigo
de hambre. La cerda, que vio al lobo tan debilucho, le dijo:
-Mire usted, compadre lobo. Usted se pone en el cañal
del molino,
con una pata en cada lado, y yo le voy dando los
cerditos. No tiene usted más que echarles un poco de agua, y ya está.
Pues así lo hicieron. La cerda le fue dando los
cerditos, y el lobo los iba bautizando. Pero cuando la cerda tuvo al último
fuera de la pila, le dio un empujón al lobo con el hocico, y aquel cayó en la
corriente, que lo llevó hasta las palas del rodezno. Allí empezó a dar vueltas,
vueltas, y decía el lobo:
¡Déjame,
rodete,
déjame y
deja rete!
¡Ay,
rodeznín, rodeznón,
que no
quiero cerdos, non!
Y claro, con tanto jaleo, acudió el molinero con ánimo
de pegarle una buena paliza al lobo. Pero este todavía pudo escaparse, y medio
ahogado como iba, llegó a un pinar y se echó a los pies de un pino, diciendo:
-¡Quién me mandaría a mí no comerme el pernil de
tocino, con lo bueno que estaba, meterme a partidor de prados sin ser testamentario,
a veterinario sin haber hecho la carrera, a cantar vísperas sin ser sacristán y
a bautizar sin ser cura! ¿No caerá un rayo que me parta?
Y en diciendo esto, un leñador que estaba en lo alto
del pino y que lo había visto llegar tiró el hacha, con tan buena puntería, que
fue a clavarse por el filo en la cabeza del lobo, y lo mató.
Y colorín colorao,
este cuento se ha acabao.
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Buenos días!!
ResponderEliminarmi nombre es Antonio Pestana. Soy autor del libro "Las aves ibéricas en la cultura popular" y estoy ahora haciendo por volúmenes lo mismo con el resto de animales: anfibios y reptiles, peces y moluscos, invertebrados, mamíferos... y un monográfico del lobo ibérico en la cultura popular.
Entre los diversos apartados está uno centrado en los cuentos con el lobo como protagonista y tengo una versión parecida a este cuento que aparece en su blog "Un buen día de vianda para el lobo", más corta y localizada en Lubián (Zamora). Le escribo porque sería interesante poder incluir en el libro la versión de su blog, si a usted no le importa, evidentemente haciendo referencia a su blog en la bibliografía y a usted en agradecimientos si me facilita su nombre. Muchas gracias y un saludo