Pues vamos a ver que dicen que había una vez un
arriero que tenía muchos burros y carretas y hacía la vida vendiendo leña. Iba
una vez por el monte con muchas cargas, y uno de los burros se cayó. Era un
burro viejo y lleno de mataduras que ya no podía con su alma. Dice el arriero:
-Este burro ya no me sirve. Será mejor que lo deje
aquí mismo y que se las arregle como pueda.
Le quitó la carga y lo dejó solo en el monte.
Anduvo el pobre burro comisqueando de un lado para
otro, y sin darse cuenta se metió en la hacienda del león. Ningún otro animal
se había atrevido a entrar nunca en aquellos señoríos. El burro se hartó de
comer de lo mucho que allí había, toda clase de granos, de frutas y hortalizas,
como no había comido en su vida.
Tanto que se tuvo que tirar en el suelo a descansar.
En eso llega el león y nada más verlo dice:
-¿Será posible lo que estoy viendo? Un animal tan
tranquilo en mi hacienda. ¿Se puede saber quién es usted y qué hace aquí?
-Calle usted, compá león -dijo el otro, echándole
valor. Yo soy el burro y ahora mismo le contaré lo que me pasa. Ya ve usted que
estoy viejo, flaco y lleno de mataduras, y que ni siquiera me puedo mover. Como
ya no sirvo para nada, mi amo no se ha compadecido de mí y me ha dejado solo, a
que me busque la vida como pueda. Y como no conozco estos parajes, me he metido
en esta hacienda tan hermosa.
-Pues ya sabe que es mía y no consiento que entre
nadie.
-Dispense usted, compá león, que yo no lo sabía.
Entonces el león dijo:
-Está bien, hombre. Ya que ha tenido usted la gracia
de meterse aquí, cuando todos los animales tiemblan nada más pensarlo, le voy a
dar hasta tres oportunidades de ganarme a lo que yo diga. Y si no es usted
capaz, me lo como, por viejo que esté.
-Pues ¡qué remedio! -dijo el burro.
-Primero tiene usted que saltar aquel vallado y llegar
más lejos que yo.
Pues vamos que fueron hacia el vallado, y el león de
un salto se puso bien lejos al otro lado. Y va el burro, ¿sabe usted?, da un
salto todo lo más grande que pudo, que fue hasta quedarse con la panza encima
de la valla, que ni para atrás ni para adelante. Y le dice el león:
-Compá burro, ¿qué le pasa a usted?
-Calle usted, compá león, que yo todavía no he
saltado.
-Entonces, ¿qué diablo hace usted encima de la valla?
-¿Pues no lo ve usted? -dijo el burro. Aquí estoy
balanceándome, a ver qué me pesa más, si el culo o la cabeza, para calcular
bien el salto y no salirme de la hacienda.
Al león le hizo tanta gracia, que dice:
-Está bien, hombre. Ya veo que es usted bastante
listo. Esta se la perdono. Pero ahora vamos a ir los dos de cacería, a ver
quién trae más piezas a la tarde.
El burro no tuvo más remedio que aceptar, y salieron
cada cual por su lado. Al poco rato de andar, el burro ya no podía con su
cuerpo y se tiró al suelo otra vez. En seguida acudieron moscas, moscardones y
tábanos a parársele en las mataduras, y entonces el burro fue cogiendo todos
los bichos que pudo hasta que juntó más de cien. Por la tarde llega el león y
dice:
-Vamos a ver quién ha cazado más. Yo traigo aquí tres
conejos, tres liebres y un cordero.
Y dice el burro:
-¿Y usted que se dice el rey de los animales se
contenta con cazar lo que anda? Pues yo cazo lo que vuela, y más de cien. Mire
-y le enseñó más de cien moscas, avispas, tábanos y de todo.
-Pues me ha fastidiado, compá burro -dijo el león. Ya
me ha ganado usted otra vez. Y como se está haciendo un poco tarde, le invito a
pasar la noche en mi casa, que mañana ya hablaremos de la tercera prueba.
Se fueron los dos hacia la cueva del león, pero el
burro no las llevaba todas consigo. Más bien pensaba que el león lo que quería
era comérselo aquella noche cuando más descuidado estuviera. Al entrar en la
cueva, al burro le temblaban ya hasta las orejas, y con el calor de la lumbre
le entró gran necesidad. Levantó el rabo y empezó a rebuznar muy fuerte:
-¡Jíi, jóo, jíi, jóo...! -al tiempo que se le hinchaba
la barriga con aire que quería salir.
Y salió pegando un estampido tremendo. Retumbó tan
fuerte dentro de la cueva, que al león le dio miedo. Y dice:
-¡Amigo burro! ¿Qué es lo que está haciendo usted?
-Nada, nada, amigo león. Es mi cañón pedrero, que con
un solo tiro aplasta un monte y que se está preparando.
Diciendo esto, se ponía de espaldas al león, que dice:
-¡Quieto, quieto, compá burro, no me vaya usted a
matar!
Y salió corriendo de la cueva, mientras el burro
seguía rebuznando y utilizando su cañón pedrero, que retumbaba por los montes
como una artillería.
En su carrera el león se encontró con el lobo y le
dice:
-Amigo lobo, ¿a que no sabe usted lo que me ha pasado?
-No; ¿qué le ha pasado, que va tan despavorido, siendo
como es el rey de los animales?
-Pues me he encontrado con un animal que llaman burro,
y ese sí que es el más listo y el más fuerte. Me ha ganado en todo, y al final he
tenido que salir corriendo, porque tiene un cañón pedrero capaz de tumbar un
monte. ¡Y lo fuerte que chilla el condenado!
El lobo, al oír aquello, empezó a revolcarse de risa.
-¿De qué se ríe usted? -preguntó el león.
-De qué me voy a reír... A ver, dígame cómo es ese
animal.
-Pues mire usted. Es así, poco más alto que yo. Cuatro
patas muy fuertes y unas orejas enormes, como espigas de trigo.
-Pero hombre -dijo el lobo, si a esos me los como yo
todos los días.
-No me lo puedo creer -dijo el león.
-¿Que no? Pues ahora mismo vamos, si usted quiere, y
entre los dos nos lo comemos.
El león no se terminaba de fiar de lo que decía el
lobo, pero tanto le insistió este, que al fin dijo:
-Bueno, bueno, iremos. Pero usted por delante, que yo pueda
acudir en su ayuda si se ve apurado.
-Faltaría más -dijo el lobo. Pero ¿por qué le preocupa
tanto mi seguridad?
-Porque para algo soy el rey de los animales y tengo
que cuidar-me de que no les pase nada. Mire cómo será, que estoy dispuesto a
llevarle amarrado por una soga, para que tire usted de ella cuando vea el más
mínimo peligro. Así podré acudir en seguida.
Conque buscaron una soga muy larga, y el lobo se la
amarró al pescuezo. Salió este por delante, y el león detrás, a buena
distancia, cogiendo la soga. Ya se acercaban a la cueva, cuando el burro los
vio venir y se murió de miedo, creyendo que nada menos que el león y el lobo
venían a por él. Y empieza a rebuznar con todas sus fuerzas y a usar el cañón
pedrero. En cuanto lo oyó el león, no esperó más, sino que tiró tan fuerte de
la soga por salir corriendo que le arrancó la cabeza al lobo y se la trajo
atada. Cuando ya le pareció que no había peligro, se paró y se acercó a la
cabeza. Se queda mirándola y dice:
-Y eso que tiré en seguida de la cuerda. Que, si me
llego a entretener, se lo come entero.
0.003.1 anonimo (españa) - 075
No hay comentarios:
Publicar un comentario