Muy de mañana salió el grillo de su agujero a buscarse
la vida. Con tanta hambre, no se dio cuenta de que pasaba por allí el león, y
tan cerca se puso de una de sus patas, que esta lo pisó. El grillo se quedó
conmocionado, pero al fin se levantó con mucho coraje y dijo:
-¡Pues vaya gracia que tiene usted! ¡Ya podía andar
con más cuidado! ¡Ni que fueran suyas todas estas tierras!
El león se agachó para ver quién le hablaba así y,
cuando lo vio, dijo:
-Usted sí que tiene gracia. ¿Cómo se atreve un bicho
tan chico a hablarme de esa manera? Más cuenta le trae callarse, no sea que le
dé un pisotón más fuerte.
-¿Ah, sí? -contestó el grillo. Pues has de saber que
soy el grillo y que tú no vales nada comparado conmigo.
-¡No me digas! -dijo el león. Te recuerdo que soy el
rey de todos los animales y la más fuerte de todas las fieras.
-No me importa. Cuando tú quieras, salimos de campaña
a guerrear. Tú con los tuyos y yo con los míos.
-Buenas ganas tiene usted de bromear, señor grillo
-dijo el león. ¿Cómo vamos a pelear las fieras con animalejos como usted? ¡Si
apenas se levantan de la tierra!
-Yo solo digo que cuando usted quiera y donde usted
quiera; traiga a todos los bichos que manda por el prado, que yo traeré los
míos.
Al león le picó la curiosidad de ver qué clase de
batalla iba a ser aquella, y aceptó el desafío, quedando para el día siguiente
en aquel mismo lugar.
El león juntó todos los bichos que él gobernaba: osos,
tigres, zorros, lobos y todos los animales feroces. El grillo, a los suyos:
moscas, abejas, avispas, moscardones, mosquitos y demás bichos que pican.
Al día siguiente llegó cada uno de los dos ejércitos
por su lado. Cuando el león vio venir aquella nube de enemigos, mandó echar
suerte para ver quién iba primero al encuentro. Y le tocó al zorro. El león le
dijo:
-Bueno, señor zorro. Suyo es el honor de empezar la
pelea.
-Conmigo bastará -dijo el zorro muy ufano, y salió
corriendo en dirección a la nube.
Cuando el grillo vio venir al zorro, solo le mandó una
avispa para que peleara con él. La avispa se le fue derechita al trasero y
empezó a picarle, y por más coletazos que daba el zorro, la avispa volvía y le
picaba una y otra vez. Ya el zorro empezó a marearse de tanto dar vueltas
detrás de la avispa, y a pegar respingos cada vez que le picaba. Entonces echó
a correr otra vez en dirección a los suyos, gritando:
-¡Ayudadme, compañeros, que no puedo más, que no puedo
más!
-Tírate al agua -le ordenó el león, que ahí no te
picará.
El zorro se tiró de cabeza a un río que había por allí
cerca, y la avispa detrás. Pero la avispa no se metió en el agua. Se quedó
volando, zumbando alrededor del zorro, que no era capaz de sacar el trasero del
agua.
Las demás fieras se habían acercado a la orilla a contemplar
la pelea y empezaron a reírse del zorro al ver su situación. En ese momento el
grillo ordenó a todos sus guerreros:
-¡Adelante, avispas, mosquitos y moscardones, ahora
que están con el culo en condiciones!
Y claro, como estaban todos en la misma postura, se
les acercaron por detrás y empezaron a picarles en el mismo sitio. Venga a
picarles, venga a picarles, ¿y qué hacen las fieras? Pues al agua también. Y a
todos les pasó lo mismo que al zorro. Cada cual, con una nube de avispas,
mosquitos y moscardones alrededor, y el culo dentro del agua. Y va el grillo y
le dice al león:
-¿Y ahora qué, majestad?
Y contesta el león:
-Pues ya lo dice el refrán: que de perdíos, al río.
0.003.1 anonimo (españa) - 075
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