En Golo, una aldea del país de los hausas, vivía un
hombre llamado Seidu. Cada vez que los hombres salían a cazar y volvían con sus
presas, Seidu se jactaba ante su mujer.
-Soy el más valiente de todos los cazadores -le decía.
Luché contra un leopardo con una sola mano. Tuve que perseguir a un elefante
que huía de mí. Cuando me vio avanzar con mi lanza, el león se echó patas
arriba y se puso a maullar. ¡No hay otro tan valiente como Seidu!
-¿Ningún otro cazador trajo carne para la aldea? -se
atrevió a preguntar un día Ladi, la mujer de Seidu.
-Claro que sí. Gracias a mi coraje a toda prueba,
también los demás cazadores tuvieron suerte.
Cierta vez se corrió la voz de que se acercaban
guerreros enemigos. Seidu salió a la jungla con los demás hombres. Cuando
volvió, colgó su lanza en la pared de la choza y le dijo a su mujer:
-Los enemigos me rodearon, pero yo los enfrenté sin
miedo. Cuando corrí hacia ellos empuñando mi lanza, se asustaron y huyeron. Mi
fama se ha extendido por todas partes. ¡Soy el más valiente de los guerreros!
¿Estás de acuerdo?
-Así debe ser -dijo Ladi.
Un día las mujeres de Golo se enteraron de que había
una fiesta en otra aldea. Había varias que tenían ganas de ir.
Pero los hombres estaban trabajando en los campos y no
había quién las guiara por la selva. Entonces Ladi les propuso a sus amigas:
-No os preocupéis. Por suerte estoy casada con el más
valiente de los hombres. Seidu está en casa. Él conoce los caminos de la selva
y puede llevarnos a todas. ¿No es cierto, Seidu?
-Siempre pasa lo mismo -dijo Seidu. Nadie parece
interesado en recordar mi gran valentía. Ni siquiera la mencionan. Pero
cuando se necesita coraje, entonces todos piensan en mí. «¿Dónde está Seidu?».
No importa, no soy rencoroso y las ayudaré.
Tomó su lanza y se lanzó valientemente a guiar a las
mujeres por los senderos de la selva.
Pero en la selva había guerreros enemigos. Estaban
cazando cuando vieron venir a Seidu seguido por las mujeres.
-Mirad a ese -dijo el jefe. Se pavonea como un gallo
de Guinea seguido por sus gallinas. ¡Vamos a darle un buen susto!
Los hombres se emboscaron en una encrucijada y cuando
la gente de Golo pasó por allí, los rodearon de golpe blandiendo sus lanzas.
-¡Rápido, estamos rodeados, escapemos entre los
árboles! -gritó Seidu, corriendo más rápido que ninguna de las mujeres.
Pero era tarde. Entre los árboles también les esperaba
el enemigo. Estaban atrapados.
-¿Cuál es tu nombre? -le preguntó el jefe de los
cazadores a la mujer de Seidu.
-La... La... Ladi -dijo ella, temblando.
-Muy bien. También en nuestra aldea hay una mujer
llamada Ladi. No mataremos a alguien que lleve su nombre. ¿Y tú, cómo te
llamas? -le preguntó a otra.
La mujer se quedó mirándolo con ojos de espanto.
Apenas podía hablar de tanto miedo. Pero se le había ocurrido una buena idea.
-Yo también me llamo Ladi.
-¡Qué casualidad! Ladi es un buen nombre. No te
haremos daño. ¿Tu nombre? -le preguntó a una tercera.
La mujer sonrió. En ese tiempo, en ese lugar, no
existían los documentos de identidad. Por eso pudo decir casi contenta:
-Ladi. Mi nombre es Ladi.
Por supuesto todo el resto de las mujeres dijeron
exactamente lo mismo.
-Qué extraño -comentó el jefe de los cazadores. ¿Por
qué en Golo le pondrán el mismo nombre a todas las mujeres? Nuestras costum-bres
son muy distintas. Cada mujer tiene su propio nombre.
Es mucho más cómodo, porque así no se confunden cuando
alguien las llama. Y ahora te toca a ti. ¿Cuál es tu nombre? -le preguntó a
Seidu.
-Ladi -dijo Seidu.
Los hombres se echaron a reír.
-Esto sí que es extraño. ¡No me digas que también los
hombres de Golo se llaman Ladi!
-No -dijo Seidu. Ladi es un nombre de mujer. Pero no
todo es lo que parece, amigos. Hay cosas extrañas en este mundo. No siempre se
puede confiar en lo que ven los ojos. Quizás les cueste creerlo pero... yo
también soy una mujer.
Ahora los cazadores enemigos se retorcían de risa y
también todas las mujeres, menos la esposa de Seidu.
-¡No se rían! -dijo la única verdadera Ladi. Él es
demasiado modesto para decir la verdad. ¡Mi marido es el gran Seidu, el famoso
Seidu, el valiente Seidu!
El jefe miró a Seidu tratando de contener la risa.
Así que este es el gran Seidu. También hasta nosotros
ha llegado su fama. Por lo que escuché, Seidu dice ser el más valiente de todos
los guerreros.
-No -dijo Seidu. Hay un pequeño error. Eso era antes.
Desde hace un tiempo, solo soy el más valiente de todos los guerreros de mi
propia aldea.
-Querida Seidu-Ladi, hacía mucho que no me divertía
tanto -dijo el jefe de los enemigos, cuando se recuperó del ataque de risa-.
¡Solo por eso te has ganado tu vida! Puedes volver a Golo con el resto de las
Ladi.
Cuando Seidu volvió a Golo, ya todos se habían
enterado de sus muestras de coraje y la aldea entera se reía a costa del valiente
guerrero. Por supuesto, todos le decían «Ladi». Se metió en su casa y cerró la puerta. Pero apenas
se asomaba, todos se burlaban de él. No tenía cómo esconderse de la vergüenza.
Al final decidió enviar a su mujer a explicar la
situación al resto de los pobladores:
-Seidu fue primero el más valiente de todos -dijo la verdadera Ladi. Después
fue el más valiente de Golo. Pero ahora ha decidido ser simplemente tan
valiente como cualquiera.
La gente de Golo decidió que si Seidu no era ni más ni
menos valiente que los demás, podían perdonarlo. Y así fue.
0.009.1 anonimo (africa-hausa) - 059
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