Cuentan que un rey tenía una hija que solo sabía
decir: «Bien puede ser». A todo lo que le preguntaran o le dijeran, ella
siempre contestaba: «Bien puede ser». El rey estaba muy triste, pues ya la
princesa se encontraba en edad de casarse, ¿y quién la iba a querer no sabiendo
decir más que aquello?
Entonces mandó publicar un bando diciendo que casaría
a su hija con aquel que la hiciera decir alguna otra cosa; pero que mataría a
todo el que lo intentara sin conseguirlo.
Llegaron caballeros de todas partes y todos
fracasaron, pues la princesa no salía de lo mismo: «Bien puede ser» a esto,
«bien puede ser» a lo otro; con lo que fueron matando a todos los
pretendientes.
Un caballero de aquel reino decidió probar fortuna,
pero sin correr ningún riesgo. Pensó que lo mejor sería buscarse un criado y
que este fuera el que intentase hacer hablar a la princesa. Así quedaría él
libre, si fracasaba, y si lo conseguía, ¿cómo el rey iba a casar a su hija con
un simple criado? Más bien preferiría al amo.
Con estas intenciones se puso en camino el caballero y
fue hablando con unos y con otros en las posadas y en todas partes. Unos le
parecían demasiado listos, otros demasiado tontos, otros poco dignos de
confianza. Al fin un día, al pasar por un monte, se encontró con un pastor que
estaba mirando fijamente una olla que tenía al fuego.
-¿Qué estás haciendo? -le preguntó.
-Cociendo a las que suben y a las que bajan.
-¿Y eso qué es?
-Pues unas cuantas habas, que con el hervor no se
están quietas. Pero yo no las dejo escaparse, y aquí estoy, vigilándolas.
-¡Ah, muy bien! -dijo el caballero. Y dime otra cosa:
¿qué es lo que hace tu padre?
-Mi padre está haciendo una cerca; cuanto más lejos,
más cerca.
-¿Y eso cómo puede ser?
-Pues cuanto más lejos está trabajando, quiere decir
que más cerca tiene hecha; por eso, «cuanto más lejos, más cerca».
-¡Ah, muy bien! Dime: ¿y qué hace tu madre?
-Pues la pobre está amasando el pan que nos comimos la
semana pasada.
-¿Cómo es posible?
-Pues verá usted: es que la semana pasada pidió el pan
fiado y ahora está amasando en la panadería para poder pagarlo.
-¡Caramba! Nunca lo hubiera imaginado. Dime otra cosa:
¿dónde está tu hermano?
_¿Mi hermano? Está cazando. Pero deja lo que coge y se
trae lo que no coge.
-¿Y qué es lo que caza?
-Piojos, señor. A los que pilla, los deja muertos;
pero los que no pilla, pues se los tiene que traer.
-¡Vaya, hombre, con tu hermano! ¿Y tu hermana, qué
hace? -Pues esa está llorando las risas del año pasado.
-¿Y eso cómo es?
-Pues que el año pasado en las fiestas se lo pasó tan
bien, que ahora está pariendo.
Le gustaron al caballero las respuestas del pastor y
le contó el plan que tenía, advirtiéndole que, cuando estuviera delante de la
princesa, le tendría que decir alguna cosa que la obligara a hablar.
-De acuerdo -dijo el pastor. Pero será mejor que nos
llevemos a un escribano, para que apunte lo que diga la hija del rey. No sea
que luego se arrepientan.
-Está bien, hombre. Como tú quieras.
Buscaron a un escribano y los tres se presentaron en
la corte. Cuando ya estaban delante de la princesa, dice el pastor:
-Majestad, voy a contarle un cuento que seguro que la
hace hablar.
Y dice la princesa:
-Bien puede ser.
El pastor se quedó un poco mosca, pero empezó su
cuento.
-Mi padre era tan rico que tenía mil ovejas, dos mil
cabras y quinientas vacas.
Dice la princesa: -Bien puede ser. Y siguió el otro:
-Sacábamos tanta leche que tuvimos que construir un
estanque para guardarla.
-Bien puede ser. Y sigue el pastor:
-Otro día iba yo por el campo comiendo piñones, se me
cayó uno y agarró de momento. Empezó a crecer, a crecer, que llegaron las ramas
hasta el cielo.
-Bien puede ser.
-Fui a mi casa y le pedí la merienda a mi madre,
porque quería subir a lo alto del pino a coger nidos. Gateé por el pino, y
subiendo, subiendo, llegué a las puertas del cielo. Allí vi a San Pedro, que
estaba remendando zapatos.
-Bien puede ser.
-Había otro por allí vendiendo sandías y, como tenía
mucha sed, le compré una. Pero era tan grande que, al calarla, se me hundió la
navaja, y me dije: «Pues voy a buscarla». Me metí dentro de la sandía y allí me
encontré un gañán, que dice: «¿Qué haces aquí?». Le contesto: «Pues buscando
una navaja que se me ha caído». Y me dice: «Bueno, ocho días llevo yo buscando
el arado». Me volví a San Pedro y le dije que me quería bajar. Pero en ese
tiempo había venido un vendaval y había arrancado el pino. San Pedro me dijo:
«Todo lo que tengo es esta caña, que no llega al suelo». Me colgué de la caña y
me solté. Pero estaba tan alto, que por poco me mato contra las piedras. Pero
me levanté vivito y coleando, y aquí estoy.
Y dice la princesa:
-Bien puede ser.
Entonces el pastor, ya muy enfadado, dice, mirando al
rey:
-Bien puede
ser
que la
princesa sea tonta
y usted no
lo saber.
Entonces la princesa dijo:
-¡Desvergonzado, que eres un desvergonzado! Y dice en
seguida el pastor:
¡Apúnteme
usted, señor escribano,
que esta va
a ser mi mujer!
¡Y que se
fastidie mi amo!
0.003.1 anonimo (españa) - 075
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