Un
día, Julián decidió que era su deber atrapar al lobo que, durante
la noche, había robado las ovejas del pastor.
Saltó
sobre su caballo y partió. En un bosque cercano se topó con un nido
de cuervos. «Quizá los cuervos sepan algo, pero ¿cómo voy a
convencerlos de que me lo digan?» -pensó para sí.
Mientras
Julián se preguntaba cómo hacerse amigo de los cuervos, recordó
que llevaba unas avellanas en el bolsillo. Las había cogido por el
camino. Le dio una a cada uno de los cuervos y, después, les
preguntó si sabían dónde vivía el lobo.
-iCroa!
¡Croa! -respondieron los cuervos. Síguenos y te llevaremos hasta
allí.
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anonimo cuento - 064
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