Un
día de feria, llegó al pueblo un ladrón muy astuto. Sabía que en
cualquier casa encontraría toda la comida que quisiera, porque todo
el mundo estaba en la feria.
En
la primera granja robó, sin que nadie se diera cuenta, un pavo
recién asado. En la segunda casa cogió un conejo, en la tercera, un
faisán relleno. Pero, esta vez, lo cogieron con las manos en la masa
y lo llevaron ante el juez del pueblo.
-Ahora,
pillastre, cuéntame todo lo que has hecho -dijo el magistrado.
-He
obligado a un pavo a salir del horno -respondió el astuto vagabundo.
-¡Qué
amable de tu parte! ¿Qué más? -preguntó el magistrado.
-Le
dije al conejo que saliera del corral y no comiera más zanahorias.
-¡Qué
suerte que hayas venido a nuestro pueblo! -concluyó el magistrado.
Si no hubieras salvado a ese pavo y a ese conejo, estas pobres gentes
habrían muerto de hambre.
El
astuto ladrón recibió una recompensa y le rogaron que se quedara en
el pueblo cuanto quisiera. ¡Pero, por si acaso, se marchó aquel
mismo día!
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anonimo cuento - 064
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