Un
sastre decidió correr mundo en busca de fortuna. Hizo un hatillo con
todas sus pertenencias y partió.
En
el camino, se encontró con un labrador que llevaba al hombro un saco
con un conejo para venderlo en el mercado.
«Un
conejo me vendría bien ahora» -se dijo el sastre, y le cambió el
hatillo por el conejo.
Al
cabo de un rato, llegó a un pueblo en el que crecía gran cantidad
de tilos. El sastre había oído decir que un látigo de corteza de
tilo ahuyenta al mismísimo diablo. Así que hizo un alto para
trenzarse un látigo.
Me
dirás, con razón, que todo esto no tiene nada que ver con la
ilustración de este cuento. Pero tendrás que esperar a mañana para
descubrirlo, porque yo me voy a la cama y tú deberías hacer lo
mismo.
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anonimo cuento - 064
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