-Aquel
que encuentre un nombre para la manzana que mi hija, la princesa
Rosalinda, ha cultivado, será el nuevo príncipe -anunció un día
el rey Augusto.
Todos
los cortesanos sugirieron nombres pero ninguno era del agrado del
rey, hasta que, de pronto, el aprendiz del panadero hizo una última
y feliz sugerencia. Era el muchacho más apuesto de todo palacio,
pero, como era panadero, la princesa nunca había tenido ocasión de
conocerlo. Se enamoró de él a primera vista y comprobó,
entusiasmada, que el rey lo había elegido como futuro príncipe.
La
pareja se casó al día siguiente. Así fue como el aprendiz de
panadero se convirtió en príncipe y, años más tarde, en rey.
Augusto sólo le hizo una advertencia: los buenos reyes nunca deben
abusar de su poder.
0.999.1
anonimo cuento - 064
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