Había
una vez un lagartito verde, que disfrutaba vagueando al sol sobre las
rocas. Un buen día, fue a instalarse sobre la concha de una tortuga,
creyendo que se trataba de un montón de piedras. Se acomodó tan
bien que terminó por dormirse. Por eso no se dio cuenta de que,
mientras dormía, el montón de piedras empezaba a moverse.
¿Quién
sabe dónde habría terminado el lagarto si, en el camino, no hubiera
tropezado la tortuga con una piedra? El lagarto se despertó.
-¡Dios
mío! -se lamentó. ¿Dónde está el montón de piedras en el que me
instalé?
Aterrorizada,
la tortuga se detuvo y preguntó que quién hablaba, pues la concha
le impedía sentir al lagarto sobre su espalda.
-¿Piedras?
¿Qué piedras? Soy una tortuga -respondió.
Al
oír estas palabras, el lagarto saltó de la espalda de la tortuga y
corrió de vuelta a casa. No estaba lejos. Ya sabéis lo lentas que
son las tortugas.
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anonimo cuento - 064
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