Un
lobo glotón se tragó, por descuido, un hueso. Se le quedó
atravesado en la garganta y, por más esfuerzos que hizo para
sacárselo, todo fue en vano.
Casualmente
pasaba por allí una cigüeña. El lobo le pidió ayuda.
-Amigo
lobo, ¡qué glotonería la tuya! -sonrió, mientras le sacaba el
hueso de la garganta con su largo pico.
La
cigüeña esperaba alguna muestra de agradecimiento. Pero el lobo no
dijo nada.
-¡Al
menos, podías darme las gracias! -se enfureció la cigüeña,
molesta.
-¿Darte
las gracias? -se extrañó el lobo. ¡Puedes darte por satisfecha con
que no te haya devorado cuando te tenía a mi merced entre las
mandíbulas!
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anonimo cuento - 064
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