Pablo
era un niño que vivía con sus padres en una gran ciudad. Un día,
su abuela le pidió que fuera a pasar una semana con ella en el
campo.
Cuando
vio que su madre se iba y le decía adiós con la mano, Pablo sintió
que se le hacía un nudo en la garganta. De pronto, su mirada se
detuvo sobre un pájaro de vivos colores, posado en un árbol del
jardín de la abuela.
-Mira,
abuelita -exclamó. ¡Qué loro tan bonito!
-No,
hijo -dijo la abuela, sonriendo. Es un pájaro carpintero. Viene
todos los días a que le dé de comer.
-¿Puedo
dárselo yo? -preguntó Pablo.
La
abuela entró en casa y salió poco después con nueces y frutos
secos picados. Pablo cogió un poco y se lo tendió al pájaro. El
pájaro carpintero voló de la rama, se posó sobre la muñeca de
Pablo y se lo comió todo, muy agradecido.
Pablo
no volvió a sentirse solo. La semana pasó volando y Pablo tenía
tanto que contarle a su madre cuando vino a buscarlo, que se sentía
un poco triste por tener que marcharse. Pero la abuela le prometió
que volvería pronto. Ella y el pájaro carpintero iban a echarle de
menos.
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anonimo cuento - 064
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