Había
una vez un príncipe que era tan popular que, al morir, sus súbditos
mandaron hacer una estatua suya y la recubrieron de piedras
preciosas.
Un
día, un estornino fue a posarse sobre el hombro de la estatua y
quedó asombrado al oír que esta le murmuraba:
-Coge
uno de mis ojos de rubí y ve a dárselo a la pobre viuda que vive en
esa cabaña.
El
pájaro hizo lo que le decía y, desde entonces, todos los días
llevaba una piedra preciosa a cada pobre del lugar. Poco a poco la
estatua fue perdiendo todas sus piedras, hasta quedarse sin ninguna.
Entonces, el alcalde ordenó que la quitaran de allí. El pueblo se
quedó muy triste pero el estornino sabía que aquellas gentes
guardarían siempre en el fondo de su corazón el recuerdo de su
príncipe. Y esto era lo único que al príncipe le habría
importado.
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anonimo cuento - 064
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