Un
visir emprendió viaje en camello hacia un país de cuyo sultán iba
a ser consejero. Pero se perdió en el desierto y, lo que es peor,
empezó a quedarse sin agua. Al poco tiempo, él y su camello estaban
medio muertos de sed.
En
varias ocasiones, le pareció ver un oasis verde y frondoso, pero,
cada vez que se acercaba, comprobaba que se trataba sólo de un
espejismo.
Así
le ocurrió tantas veces que, cuando por fin divisó uno de verdad,
no creyó lo que veían sus ojos y pensó que se trataba de otro
espejismo. Ni siquiera cuando la gente que allí vivía le ofreció
un cántaro de agua recién sacada del pozo, quiso creer que era
real. Sólo cuando el agua rozó sus labios y tragó el primer sorbo
de agua fresca, exclamó con un suspiro de alivio: ¡Alá sea
alabado!
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anonimo cuento - 064
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