Cuando
Guille era pequeño, se dio cuenta de que, si apretaba el botón que
había en la puerta de la entrada, un timbre se ponía asonar en el
interior y mamá salía corriendo.
A
Guille le gustó mucho. A veces, se deslizaba fuera de casa por el
simple placer de apretar el timbre. Le parecía tremendamente
divertido oír el sonido del timbre y ver a su madre atravesar
corriendo el vestíbulo. Pero su madre no parecía ser de la misma
opinión y un día le preguntó el porqué.
-Porque
creo que es el lechero o el empleado del gas, bajo corriendo y no veo
a nadie.
-¿A
nadie? -repitió Guille, indignado. Me ves a mí.
-Sí,
hijo, ya lo sé, pero ¿por qué no vienes tú cuando quieras decirme
algo?
«Es
mucho menos divertido» -pensó Guille. Pero mamá se había puesto
tan seria que comprendió que no debía jugar con el timbre o, al
menos, sólo de vez en cuando.
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anonimo cuento - 064
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