Un
hombre entró un día a una ciudad completamente desierta. Vio a
varios fantasmas deambulando cerca de un pozo.
-¿Quién
eres y qué quieres? -le preguntó uno.
-Estoy
buscando trabajo -contestó el hombre.
-Aquí
no hay trabajo -replicó otro fantasma. Nosotros ocupamos la ciudad.
Cuando llegamos, nadie quiso concedernos lo que pedíamos, así que
dormimos a todos los habitantes hasta que encontráramos a alguien
dispuesto a ayudarnos.
-Y
¿qué buscáis? -preguntó el hombre.
-Un
lugar donde descansar por toda la eternidad. Fuimos malos en vida,
así que nuestro castigo es vagar por el mundo hasta que alguien nos
dé su bendición.
El
hombre se acercó al pozo y bendijo a los fantasmas. Nada más hacer
este gesto, todos ellos desaparecieron.
Los habitantes de la ciudad
despertaron del sueño en que los había sumido el encantamiento y
recompensaron al hombre.
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anonimo cuento - 064
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