-Querido
vecino -dijo un día un ratón de campo a un ratón de ciudad. Ya
llega la siega. ¿Por qué no unir nuestras fuerzas este año? Tú
podrías segar las espigas de trigo y yo, con mi familia, las
desgranaría. Después, lo repartiríamos en partes iguales.
-No
es mala idea -consintió en ratón de ciudad. Así tardaremos menos.
El
ratón de ciudad trajo, pues, las espigas, el ratón de campo las
desgranó y dividieron el total en cinco montones. El primero era el
ratón de campo padre, el segundo para su mujer y los dos siguientes
para los dos hijos, de forma que sólo quedó uno para el ratón de
ciudad.
El
ratón de ciudad no quedó muy satisfecho del reparto. Desde
entonces, nunca más ha querido participar en la siega y se ocupa
sólo de sus propios asuntos.
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anonimo cuento - 064
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