Un
zorro atravesaba una viña y su estómago gruñía de hambre. Al
mirar hacia arriba, vio unos espléndidos racimos de uvas, que se
doraban al sol.
El
zorro se relamió y se le hizo la boca agua al imaginar el suculento
desayuno que le esperaba.
Saltó
por tres veces para alcanzarlas, pero fue en vano. Entonces se dijo:
«De todas formas, esas uvas deben de estar todavía verdes. Si
alguna vez quiero, puedo alcanzarlas sin problema. En realidad, no me
gustan las uvas.»
Como
dice el refrán, el que no se consuela es porque no quiere.
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