Diz
que andaba el zorro con mucho hambre. Nu encontraba presa di animales
chicos que él pudiera cazar. Andaba flaco, peludo, jodíu, el pobre
zorro. Lu habían corríu los perros de todas partes porque hacía
oprobios en las gallinas y en los corderos de los puestos.
Diz
que ha ido trotando por el campo y si ha topau con una potranquita
recién nacida.
-¡Ésta
es mi suerte! -ha dicho el pícaro. Güeno, ya guá hacer carne.
Áhi
cerquita ha 'tau la yegua y si ha veníu las renguiadas, haciendo
ruido. Si ha sosprendíu el zorro, pero como es tan pícaro y ladino
li ha dicho:
-¡Güen
día!, señora yegua.
-¡Güen
día!, don Juan.
-Hi
sabíu qui ha teníu esta guagua y la hi veníu a felicitar.
-Sí,
ha nacíu anoche, pero yo nu ando muy bien. Se mi ha clavau una
espina de vinal en un vaso y si usté mi ayudara a sacarla mi haría
un gran favor.
-Yo
se la guá sacar en seguida. Yo sé un poco curar estos males. Así
usté puede ir tranquila al monte, y yo mi ofrezco pa cuidar la
guagua.
La
yegua le agradece y levanta la pata pa que vea el zorro. Entonce el
zorro si arrima, y cuando la yegua lo tiene bien cerquita, lu ha
cociau en el hocico, li ha pegau una tremenda patada y li han saltau
los dientes. Ahí el zorro ha quedau como muerto, y cuando ha podíu
moverse, si ha ido arrastrando y no se lo ha visto más. Y esto li ha
pasau por atrevido y perjudisto.
Manuel
Iseas, 90 años. Las Chacras. Las Víboras. Anta. Salta, 1952.
Cuento
659. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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