Que
un día se han encontrau en una quebradita, el avestruz y el sapo.
Que
el avestruz, claro, lo despreciaba al sapo y ni lo miraba, ni lu ha
saludau, ni nada. Ya lu iba a pisar, cuando el sapo li ha gritau:
-¡Epa,
don! No pise a la gente. Hay que ser más educau.
-Disculpe,
amigo, no lu había visto -le dice el avestruz dando una espantada.
Comu es tan petizo usté, me tengo qui agachar mucho pa mirarlo, y
como yo soy tan alto, ando mirando siempre pa arriba.
-Yo
soy petizo -li ha dicho el sapo, pero soy capaz de ver la luz del sol
primero qui usté.
-¡No
diga, amigo!
-Si
quere le hago una apuesta.
-Ya
'tá. Mañana los vamos a poner al alba pa ver quen ve primero la luz
del sol.
-Li
aceuto -le dice el sapo. Cada uno va a
elegir el lugar que más le convenga.
Ya
han conveníu el precio de la apuesta y si han despedíu. Al otro
día, escuro tuavía, con estrellas, si han vuelto a encontrar. Ya li
ha dicho el avestruz que él se va a subir a una lomita qui había
áhi.
-Güeno
-ha dicho el sapo, le dejo tomar ventaja.
El
avestruz se subió a la lomita y se puso a mirar pal naciente, pal
lau que nace el sol.
El
sapo se quedó áhi no más, pero se puso a mirar pal poniente, a las
cumbres di unas sierras altas que tenía al frente. Y áhi quedaron
hasta qui aclaró. Entonce el sapo dio un salto y empezó a gritar:
-La
luz, la luz del sol. Yo la vi primero, yo la vi primero. Gané,
gané...
Se
dio güelta el avestruz, y claro, vido todas las cumbres alumbradas
por el sol, qui alumbra a lo alto, antes de nacer por el Este. Y áhi
le ganó el sapo y el avestruz tuvo que pagar la apuesta.
Juan
Lucero, 60 años.
El
Durazno. Pringles. San Luis, 1945.
Cuento
746 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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