Había
una vez un viejito que vivía solo en un ranchito. Y un día recibió
la visita de varios animales, y como les tenía desconfianza, trataba
de defenderse. Era tiempo de invierno y era un día muy frío, y los
animales salían del monte y se arrimaban a las casas. El viejito
'taba sentau en su cocinita y tenía un juego lindísimo.
Primero
llegó la gallina y le dice:
-Buen
día, tata viejo, vengo a saludarlo y a calentarme alrededor del
fuego.
El
viejito le dijo bueno y que pasara adelante.
El
viejito le dijo que se podía quedar no más, que pasara adelante.
Después
llegó el lión, y con voz más gruesa, claro, le dice lo mismo:
-Buen
día, tata viejo, lo vengo a saludar y a que conversemos alrededor
del fuego. Vengo a visitarlo.
Y
pasó y se quedaron conversando todos con el viejito.
Cuando
estaban áhi oyeron el bramido del tigre. Entonce se asustaron y se
pusieron nerviosos. Entonce el lión dijo.
-No
si asusten. Debe ser mi compadre tigre que viene para acá.
Y,
efectivamente, a los pocos minutos se hizo presente, y se trataba del
tigre. También saludó y con voz muy enérgica dijo:
-Buen
día, tata viejo, vengo a saludarlo y a conversar un rato cerca del
fuego, en este día tan frío.
El
viejo le dijo que pasara y empezaron a conversar todos mientras se
acomodaban cerca del fuego. 'Taban conversando, cuando por iniciativa
del zorro quedaron de reunirse el domingo siguiente y convinieron en
hacer una fiestita para obsequiar al viejito, trayendo una cosa de
comer dentro de las posibilidades de cada uno. Entonce dijo la
gallina:
-Yo
traeré una docena de huevos.
-Yo
puedo traer un corderito o un chivito -dijo el zorro.
-Yo
traeré o una oveja o un capón -dijo el lión.
Entonce
dijo el tigre:
Lo
único que le pidieron al viejito es que tuviera bastante fuego
preparado como para poner todos esos asados para hacerlos al asador.
El viejito dijo que con mucho gusto iba a juntar leña y iba a tener
un fuego con muchas brasas.
Llegó
el domingo y la primera que se hizo presente fue la gallina con su
docena de huevos. Saludó y preguntó:
-¿No
ha venido nadie todavía?
-No,
usté es la primera -contestó el viejito.
El
viejito guardó los huevos, y en cuantito la pilló descuidada a la
gallina, le torció el cogote, la mató, la peló y la guardó.
Al
rato no más llegó el zorro con un corderito gordo. Saludó al tata
viejo y preguntó si no había venido nadie.
-No
-le dice el tata viejo, usté es el
primero.
Entonce
le dice el zorro:
-Prepareló,
arreglelé, mientra yo descanso porque he trajinado mucho para
conseguir este corderito tan gordo.
Como
había un lindo solcito se fue a dormir al sol. Se tiró de espalda y
se quedó dormido. Cuando el viejo vio que el zorro 'taba dormidazo y
'taba roncando, tomó una pala de brasas y se la tiró en las
verijas. El zorro dio un brinco y salió desesperado disparando y no
paró hasta quién sabe dónde.
A
los pocos minutos llegó el lión con un capón gordo. También
saludó y dijo si no había llegado alguien antes que él.
-No,
usté es el primero -le dijo el viejito.
Entonce
el lión le dijo al viejito que venía muy cansado porque li había
dado mucho trabajo conseguir el capón. Le dijo que lo carnie y que
lo ase al capón y que él se iba a descansar aprovechando el sol. Y
se acostó a dormir de costado al sol.
Entonce
el viejito puso a calentar una plancha en el fuego. Cuando se puso
bien colorada la plancha, fue despacito y se la asentó en la
carretilla del lión que 'taba redormido. El animal, desesperado con
la quemadura, salió corriendo y también desapareció en el campo.
La quemadura de la plancha le dejó la carne viva, con una llaga
tremenda.
Y
por último llegó el tigre con mucho trabajo, trayendo el ternero
prometido. Y también preguntó si no había venido nadie. Y el
viejito muy tranquilo le dice:
-No,
no ha venido nadie, usté es el primero.
Entonce
le dice el tigre:
-Aquí
tiene este ternero, carnieló, limpieló. Yo voy a descansar porque
hi trabajado mucho para cazarlo y traerlo.
Entonce
él se tiró a dormir, al sol. Y al ratito comenzó a roncar. Tenía
un sueño muy pesado.
El
viejito puso a calentar el asador de fierro en el fuego. Cuando lo
vio dormido profundamente al tigre, que estaba tirado de espalda,
sacó el viejito el asador colorado de caliente, le levantó
despacito la cola al tigre y se lo enterró en el upite quién sabe
hasta dónde. El tigre salió disparando, bramando de dolor, y se
desapareció en el campo, desesperado, con el asador puesto.
En
el campo se juntaron el zorro, el lión y el tigre y comenzaron a
conversar. El tigre que 'taba echado en el suelo de dolor, preguntó
por qué no habían ido a la casa del viejito. Contestaron los dos,
que casi no podían hablar también de dolor, que sí habían ido y
que él, el tigre no había ido. Entonce empezaron a decir lo que les
había pasado. Y entonce dijo el zorro:
-Yo
estaba durmiendo de espalda, muy cansado, y muy redor-mido, y el
viejo que debe ser brujo me pasó la mano por las verijas, y no sé
con qué cosa que me quemó todo, que no puedo ni caminar.
Entonce
dijo el lión:
-Yo
estaba acostado de costado, también muy dormido porque había
transnochado, y el viejo me pegó una cachetada en las carretillas
que me ha deshecho la cara, que casi no puedo hablar. Tenemos que ir
a ver qué clase de brujo es este hombre y tenemos que matarlo.
Y
entonce dijo el tigre:
-A
ustedes no les ha pasado nada, ni comparación con lo que me ha
pasado a mí. Yo estaba acostado, profundamente dormido, y el viejo
brujo me metió el de do en el trasero y para muestra acá lo tengo
todavía. Y era un dedo tan caliente que me ha quemado hasta el alma.
Vayan ustedes que no me puedo ni mover. Y seguro que a la gallina la
ha muerto porque no se ve por ningún lado.
Y
áhi estaba el tigre tirado que daba lástima, en el suelo, y los
otros como pudieron salieron y se fueron a la casa del viejo.
Llegaron a la casa de noche y muy despacito, para no meter ruido se
acercaron. El zorro iba adelante y al llegar vio una lucecita y le
dice al lión:
-Recién
se acuesta, porque todavía está prendida la pavesa de la vela sobre
la mesa.
Entonce
se animaron y entraron. El zorro adelante. Pero resulta que no era la
pavesa de la vela lo que había visto que brillaba, sino los ojos de
un gato que tenía el viejo. El gato se tiró sobre el zorro y le
clavó las uñas por todos lados y lo mordió. Y avanza el lión al
lado del zorro, pero se encontró conque al lado de la puerta estaba
un carnero que lo agarró a topetazos, que lo hacía saltar de un
lado y otro de la paré.
Los
dos, lastimados y golpiados vuelven a donde estaba el tigre, que los
esperaba. Llegan y el tigre les dice:
-¿Lo
mataron al viejo brujo?
Entonce
dice el zorro:
-No,
como para matarlo. Tiene unos ayudantes que lo defienden y son
capaces de matar a cualquiera. A mí me saltó, en la oscuridá, un
jovencito que parecía zapatero, porque me clavó las aleznas por
todos lados y me ha dejado muy herido.
Y
entonce dice el lión:
-A
mí me agarró un hombre con poncho grueso de lana, con una fuerza
muy grande y me ha pegado cada trompada que me tiraba al suelo y me
tiraba contra la paré, que me ha dejada el cuerpo molido y creo que
me ha quebrado casi todas las costillas.
Y
áhi estaban los tres más muertos que vivos y pensando que al viejo
brujo no le podían hacer nada, con el poder que tenía.
Y
así terminó el viaje de estos tres señores del campo que se quería
aprovechar del pobre hombre viejo y solo.
Y
pasé por un zapato roto para que usté me cuente otro.
Jorge
Eberto Garro, 55 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1987.
El
narrador es originario del lugar. Actualmente vive en la Capital.
Aprendió el cuento de la abuela, también nativa del lugar.
La
última parte del cuento repite motivos de
los animales viajeros.
Cuento
629. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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