Por
el montecillo, iba por el camino un hombre. Lo ha encontrado al tigre
apretau con un árbol. Entonce el tigre le dice:
-Vea,
amigo, porque no hace el favor, me dehapreta. Me dehapreta, vea.
-No
-le dice, usté me va a comer si lo dehapreto.
-No,
que no lo vuá comer.
Bueno,
muy bien, tanto pedile, lo dehapreta el hombre. Y bué... Por áhi
cerquita no más ya lo quiere comer el tigre.
-¿Ha
visto? No, no, no, esperesé -dice- vamos a buscar un juez, pa que
recién me coma. Vamos a ir a un juez.
Van
caminando por áhi, por un camino. Encuentran un caballo ya medio
flacucho, ya liquidado. Le dice:
-Éste,
este caballo nos va servir de juez -dice el hombre.
-Muy
bien, diga lo que es -dice el tigre.
Se
para el caballo.
-¿Qué
le pasa? -que dice el caballo.
-Vea,
este hombre ha 'tau apretau con una rama, o sea el tigre, y me ha
pedíu que lo dehaprete, que no me va comer. Y ahora porque lo hi
dehapretau me quiere comer. Quiero que usté solucione esta
situación.
Y
dice el caballo:
-¡Comaló,
no más a éste! Porque el hombre es el que mi ha liquidau así y mi
ha dejau en este estau.
-No,
no, no -dice. Vamos primero, vamos a otro juez. Segundo, en fin,
tercero, tendrá que ser. Recién me va comer.
-Bueno,
vamos a otro juez.
Van
por áhi. Lu encuentran al buey. Bueno, medio flacucho el buey,
liquidau. Le dice el hombre:
-¿Qué
le pasa?
Ya
avisa el tipo lo que le ha pasau, como lo que avisó al caballo. Le dice el
buey:
-Comaló
no más -le dice- porque él mi ha liquidau -dice- y mi ha dejau así,
en este estau.
Entonce
dice:
-No,
no, no, vamos al tercer juez.
Llegaron
por áhi, en lo que iban, dice, y lu encuentran al zorro, a don Juan,
que le dice:
-¡Ah,
usté me va a solucionar este problema!
-¿Qué
le pasa? -que le dice.
El
tigre diz que era tío del zorro.
-Mire
lo que me pasa, aquí el tigre me quiere comer después que lu hi
dehapretau, en fin, y ahora quiero que usté me dé una solución a
este caso.
-Bueno,
vea, yo, sin ver el caso no se pude solucionar eso. Vamos a ver
adonde ha sido el lugar del hecho.
Se
vuelven pa atrás.
-A
ver, ¿cómo ha síu el asunto?
-Vea,
él, el tigre ha 'tau apretau con esa planta, aquí, y él me pedía
que lo dehaprete porque no m'iba a comer. Y bueno, ya lu hi
dehapretau y me quiere comer. Ahora va ver pa que falle.
-Pa
que falle esto tengo que ver cómo ha síu el asunto. A ver, cómo ha
'tau usté. A ver. Echesé.
Se
echa el tigre y ya si ha apretau una pierna y un brazo con el gajo
'el árbol. Y dice:
-Aguantesé.
Quedesé no más áhi, por desagradecido.
Entonce
él, el zorro, le pregunta al hombre:
-Muy
bien, amigo, ¿'tá conforme con la sentencia?
Y
que le dice el hombre:
-Después
que usté mi ha salvau esta situación, ¿con qué le puedo agradecer
a usté?
Y
que le dice el zorro:
-Y,
con lo que sea su voluntá.
-¿Qué
le parece? ¿Qué le gustaría que le regale?
-Mejor
-que le dice- vea, le vuá regalá un señor par de cabritos.
¡Ah!...,
¡el zorro contento!, ¡claro!, ¿no?
-¿Y
cuándo me los va trair?
-¿Y
adónde quiere que le entregue? Usté dirá -que le dice, señor
juez.
-Vea,
en tal parte, en la lomita tal, áhi yo tengo mi casa -dice. Usté me
los lleva para áhi -que dice. Entonce áhi yo lo vuá esperá.
-Yo
le vuá llevá. Tal hora, cerca 'e la oración, que nadie vea, le vuá
llevá.
-Muy
bien -dice, yo lo vuá esperá.
Y
este hombre, en agradecimiento -ya va vé lo que le había hecho,
¡pobre juez! Li había embolsau en una bolsa otra cosa y si había
ido. Se va allá. Lu espera en la lomita, áhi. Y entonce le llevó
la bolsa con los dos cabritos para el juez, y habían sido dos
caschis bravos. Cuando el zorro la empezó a arrastrar a la bolsa pa
llevarla a la casa de él, para podela devorar, se le abrió la bolsa
y salieron los dos caschis. ¡Por Dios!, y lo sacaron al zorro, y lo
empezaron a corré. El zorro disparaba para acá, pal otro lado, y
seguía por medio 'e los matorrales. Ya traspirado había podido
llegar a la cueva. Se entró a la cueva. Y los caschis se quedaron en
la boca de la cueva. Y el zorro, después se miraba la cola mojada,
no sé qué pasaría áhi, ¿no? La mojación no podía ser sudor.
Entonce que decía el zorro, que retro-cedía pa ajuera y decía:
-¡Comalón
a la cola por floja! ¡Cómo si ha dejau babiar con los caschi!
Y
para mí que no era baba, sinó otra cosa de mal olor.
Y
áhi lu agarraron los caschis y lo mataron.
José
Cirilo Gómez, 61 años. Estación Aráoz. Leales. Tucumán, 1970.
Cuento
584. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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