El
tigre era de pelo blanco o tordillo. Y cuando estaba por morir el
primitivo padre de los otros tigres, los llamó a todos los padres, y
le dijo:
-Lo
único que les recomiendo, mis hijos, es que nunca lo vayen a
perseguir al bicho cristiano. Porque el bicho cristiano lo va a
ultimar en cualquier forma. Traten de disparar cuando vean al bicho
cristiano.
Después
quedó. Uno de lo más chico, ya eran grande, le dijo a los hermanos:
-Yo
voy a salir en persecución del bicho cristiano.
Entonce
le dijo los hermanos:
-Mirá,
no te vaye, porque tené en cuenta lo que nos ha recomendado nuestro
padre.
Entonce,
él, prevalecido de sus dientes y sus uñas no quiso saber nada de lo
dicho de sus hermanos. Salió en campaña en busca del bicho
cristiano.
Bueno...
Con el primero que se encontró jue con un caballo. Lo saludó y le
dijo:
-¿Vo
no so el bicho cristiano?
Entonce
el caballo le dijo:
-No.
Yo juí cojudo, y el bicho cristiano me castró, me ensilló, me
castigó, me hincó con espuelas, y ya me ves, cómo estoy ahora.
¡Zaz!
Entonce se despidió del caballo y siguió viaje. Despué se volvió
a encontrar con un güey. Y le preguntó si no era él el bicho
cristiano. El güey le contestó que él era toro y que el bicho
cristiano lo castró, lo ató por carreta, lo hincó mucho con clavo,
con la picana, lo castigó mucho, y le dijo:
-Ahí
me tené hecho un güey.
Entonce
el tigre le dijo:
-¡Cómo!
¿Con esa feroz guampa que tené no te defendé del bicho cristiano?
¡Sos un inútil!
Volvió
a despedirse y siguió viaje.
Llegó
lejo, en un monte. Sentía unos golpes. Llegó en el monte y se
introdució dentro del monte. Y allí se encontró con un hombre. Y
lo saludó. Y le dijo si él no era el bicho cristiano. Entonce le
contestó que sí, que él era el bicho cristiano. Entonce le dijo el
tigre que él venía a pelear con él, que quería pelear con él.
Entonce el hombre le dijo que sí, que cómo no. Y el hombre estaba
quebrando sus maderas. Y le dijo el hombre:
-Voy
a terminar de quebrar este palo y vamo a pelear.
Y
entonce le dijo que le ayude, y que para terminar má pronto.
Cuyo
hombre tenía una madera medio partida, con una cuña, para que sea
má fácil partirla.
Entonce
él le hizo poner la do mano, al tigre, en la hendija, que tenía la
madera. El hombre tomó el hacha para seguir hacheando y en vez de
pegarle a la madera con el hacha, le pegó a la cuña que tenía para
abrir la madera y quedó el tigre apretado de la do mano. Quedó
completamente preso, porque le mordió la madera de las manos.
Entonce el hombre se jue. Sacó su machete y cortó una cantidá de
pedazo de icipó, y vino, y con eso lo castigó mucho al tigre.
Rompió todo por él la cantidá de pedazo de icipó que trajo. Y el
tigre, que era tordillo, quedó overo del castigo. Lo castigó hasta
quedarse overo. Y entonce le dijo:
-¿Estás
contento? Ya te has peleado conmigo.
Depué,
el hombre volvió a encuñar la madera y lo puso en libertá, pero
con las manos lastimadas, que fue caminando el bicho con la pata.
Entonce se jue. Nunca quiso perseguir al bicho cristiano.
Cuando
volvió le dijo lo hermano que eso le pasa por no atendé lo consejo
del padre. Y lo hijo del tigre quedaron overo. Y por eso el tigre
ahora é overo.
Ramón
López, 54 años. Ituzaingó. Corrientes, 1959.
El
narrador es conocido de todas por su nombre familiar, Moncho López.
Criollo compenetrado con la vida campesina de su región, conoce gran
número de cuentos y leyendas populares. Es bilingüe
guaraní-español.
Cuento
576. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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