Una
vez un leñador iba entrando en un monte para hacer leña. Iba con su
hacha al hombro, cuando se da con don Tristán, el tigre, que estaba
con una mano agarrada con una astilla de un hueco de un árbol, donde
había una colmena que había querido sacarla y comerla. Después que
se había agarrado no había podido sacar la mano y hacía ya varios
días que se encontraba colgado. Al verlo al leñador, don Tristán
le pidió lo librara, pues ya no podía de dolor y se veía condenado
a morir colgado y de hambre. El hombre se negó sacarlo diciendolé:
-Usté
es muy peligroso. En cuantito se vea libre va querer comerme.
El
tigre le prometía respetarlo en todo momento no haciendolé nada que
le puediera molestar. Tanto clamó que al fin el leñador se conduele
y haciendo palanca con el cabo de la hacha, ha conseguido abrir un
poco l'astilla. Así ha conseguido don Tristán sacar la mano
agarrada, agradeciendolé muchísimo al leñador por el servicio que
le ha hecho, siguiendo con su compañero monte adentro. Pero a poco
di andar y con el hambre que tenía, le dijo al hombre:
-Mire,
amigo, se me hace que voy a falsiar mi compromiso y voy a tener que
comermeló, pues, ya no aguanto más el hambre. A más, con mi mano
estropiada no voy a poder hacer presa hasta que me mejore.
El
hombre le ha dicho entonce:
-¿Ha
visto? Por eso yo no quería sacarlo de donde estaba colgado. Porque
ya me imaginaba que usté no me respetaría.
En
ese momento se ha aparecido don Juan, el zorro. Entonce don Tristán
le ha dicho que lo nombraran de juez y que lo que él resolviera lo
iban a repetar. Hablaron a don Juan y éste se prestó gustoso para
hacer justicia. Don Tristán había pensado que como don Juan tenía
que ser contrario al hombre, le daría la razón a él. Eso le había
decidido a pedir que lo nombraran juez.
Don
Juan, ya en su papel de juez, dijo que había que reconstruir el
hecho. Entonce han vuelto al lugar donde estuvo colgado don Tristán.
Una vez que han estado en el lugar, ha ordenado al leñador abrir con
el cabo de la hacha la astilla del árbol, y a don Tristán le ha
dicho que metiera la mano para ver en la forma que se encontraba
cuando el hombre lo sacó. Don Tristán no ha querido poner la mano,
pero como don Juan era juez, y tenía toda la autoridá, le ha
ordenado que la ponga y no ha tenido más remedio que obedecer.
Cuando el hombre ha visto la mano de don Tristán atrás de la
astilla, ha sacado de golpe el cabo de la hacha y el tigre ha quedado
de nuevo apretado, sin poder librarse. Entonce don Juan ha dicho que
habiendo estado en esa situación y habiendo sido librado por el
hombre, quería don Tristán pagarle esa acción comiendoselé. Que
esa era una picardía que no podía tener perdón de Dios, y que le
ha ordenado al leñador que le diera con el ojo de la hacha por la
cabeza, lo que el leñador no se ha hecho esperar y lo ha matado de
un golpe a don Tristán.
Cuando
esto ha sucedido, el hombre le ha pedido a don Juan que le dijiera
que cuánto le tenía que pagar, a lo que don Juan ha contestado:
-Yo
no cobro nada, pero si usté se empeña le estimaría que me diera un
par de pollos cada vez que le fuera posible.
El
hombre ha accedido gustoso a lo que don Juan le ha propuesto, y
quedaron de que él le llevaría los pollos a un lugar que le ha
indicado don Juan. El hombre le ha llevado los pollos y don Juan ha
quedado encantado, pero áhi no más le ha pedido que le lleve otro
par, porque su señora, doña Juana, tenía cachorros y necesitaba
alimentarse para tener buena leche.
El
hombre le ha llevado los pollos otra vez, y otra vez don Juan le ha
pedido otro par. Don Juan no se llenaba nunca y cada vez pedía más
pollos. El leñador ya no tenía más gallinas y cansado de pagar una
deuda tan grande, le ha dicho a don Juan que le llevaría un par de
lechones, en lugar de los pocos. Le ha dicho que los lechones eran ya
medio grandecitos. Don Juan encantado ha aceptado y ya se relamía
pensando en el bodonión que se iba a dar con los lechones.
Ha
llegado el hombre al lugar que tenía indicado para sus entregas, con
una bolsa al hombro, muy cansado. Que ha tirado la bolsa delante de
don Juan y le ha dicho que estaba tan cansado que no tenía alientos
para abrirla, que la abra él. Don Juan muy gustoso la ha abierto.
Cuál no sería su asombro cuando ha visto que en lugar de lechones
han salido dos perros, que han puesto en fuga a don Juan, y que de no
mediar la poca distancia a que quedaba la cueva, lo hubieran
alcanzado y lo hubieran muerto. Cuando ya el zorro ha estado en la
cueva, seguro, ha llegado el hombre y le ha dicho a don Juan:
-Pero,
don Juan, usté se ha asustado mucho por una broma. El zorro con el
susto se ha puesto todo sucio, y pasandosé la mano por abajo de la
cola y mostrandolé al hombre, le ha dicho:
-Maver,
olé tus bromas.
Y
así ya no le ha querido pedir más pollos ni lechones don Juan al
hombre.
Antenor
Sánchez, 73 años. Chicoana. Valle de Lerma. Salta, 1954.
El
narrador es un famoso domador y conocedor de la vida del campo en
Salta. Gaucho inteligente, ha cursado el Primer Año del Colegio
Nacional.
Cuento
579. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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