El
tigre pierde la presa
Había
una vez un tigre muy malo y tenía aterrorizados a todos en ese
lugar. Un güen día, recorriendo el campo, encontró un chivato, que
de viejo que era si había perdido en el campo, y no podía dar con
la majada que si había ido a las casas. Ya cuando estuvo cerca, le
preguntó:
-¿Quí
andas haciendo por mis dominios?
El
chivato, al ver el tigre, se le jue el corazón a la boca y muerto de
miedo le contestó:
-¡Perdonemé,
tío Tigre, soy tan viejo que me perdí en el campo, y no sé por
dónde ando!
Entonces
el tigre, gritandolé lo que lo vía humilde al chivato, le dijo:
-¡Ahora
te como! ¡Ahora te como!
El
tigre lo iba a saltar y el chivato le imploró que espere, que no lo
coma todavía, y le dijo:
-Por
favor, tío tigre, no me coma, yo ya soy muy viejo y estoy muy duro.
Mire esa higuera llenita d' higos, yo le puedo pelar higos pa que
coma los más maduritos.
Entonces
le dice el tigre al chivato, viendo la higuera llena de higos:
-No
te comeré si me pelás todos esos higos sin romper ninguno.
El
pobre chivato, muerto de miedo, se pone a pelar los higos, pero entre
que era tan viejo y que tenía tanto miedo en vez de pelar los higos
los rompía a todos. Entonces el tigre, que 'taba hambriento, muy
enojado, le gritó:
-Ahora
te como -y si abalanzó sobre el chivato.
El
chivato, viendo que no tenía salvación, le imploró otra vez
diciendolé:
-Por
favor, tío Tigre, no me coma, dejemé primero rezar algunos
responsos antes de morir. Los voy a rezar bien juerte pa que Dios mi
ayude a morir.
Entonces
el tigre le gritó muy enojado:
-Bueno,
rezá, y apurate, que tengo mucho hambre. Mientras tanto aprovecharé
para afilar los dientes porque tu carne hai ser muy dura.
El
chivato empezó a balar con desesperación, haciendoló crer al tigre
que rezaba. El chivato pensaba que con sus balidos iba a llamar la
atención de los dueños o de los que anduvieran por áhi, y lo iban
a salvar. Después de un rato le dice el tigre:
-Bueno,
basta de responsos, ahora te como.
Por
favor, tío Tigre, ya voy terminando. Voy a decir otro y nada más.
Y
seguía balando el chivato. En ese momento iba pasando cerca un
quirquincho y cuando oye los balidos desesperados del chivato, si
acerca. El quirquincho venía di un festín que si había dado con el
compadre zorro, en un animal muerto qui habían encontrado. El
quirquincho traiba una tripa llena de grasa, algunos pedacitos de
carne y sangre. La traiba al hombro. La llevaba para comer al día
siguiente. Cuando lo vio al tigre que 'taba por comer al chivato le
gritó con todas sus fuerzas:
-Pero,
mi amigo, ¿no le da vergüenza asustar de ese mudo a un viejo y
pobre chivato?
Entonces
el tigre, bramando de rabia, le dice:
-¿Cómo
ti atrevís a hablarme en ese tono? A vos también te voy a comer.
Y
entonces el quirquincho le contesta con tono burlón:
-Qué
vas a comer vos... No te metas conmigo, porque si te metís, no vas a
ser el primer tigre que de un solo golpe le saco los sesos.
El
tigre, furioso con el quirquincho, tan chico y tan atrevido, suelta
al pobre chivato, para matarlo. El chivato, que ya se créiba finado,
dando gracias a la Providencia, salió disparando. El tigre si
abalanzó sobre el quirquincho, pero el quirquincho le sacudió en el
medio de la cabeza con la tripa, y lo bañó con sangre, y con los
pedazos de grasa. El tigre, asustado de esto, cayó de espaldas al
suelo, y al pasarse la mano por la frente se tocó los pedazos de
grasa que le habían quedado pegados, y creyendo que eran los sesos
que se le habían saltado, decía:
-¡Me
ha sacado los sesos! ¡Me ha sacado los sesos! ¡Ahora moriré!
¡Pobre de mí!
Más
muerto que vivo de susto, se recostó sobre el pasto a esperar la
muerte. Ahí estuvo un buen rato hasta que se dio cuenta que había
sido burlado por el quirquincho, y bramando de rabia lo salió a
buscar, y también a buscar al chivato. Pero no encontró a ninguno,
y se quedó sin presa y burlado. Y esa era la venganza de las
animales más débiles, del tigre que es tan malo.
Arcelio
Contreras, 63 años.
Villa
Iglesia. Iglesia. San Juan, 1951.
El
narrador, persona de cultura, es un buen conocedor de las tradiciones
de este lejano lugar de la Provincia.
Cuento
754 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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