Sucede
que el tigre gobernaba a un lión, a un zorro y a una gallina.
Y
en una noche, él mandó que se reunieran para ordenarles lo que iban
a hacer. Entonce, le ordenó al lión:
-Usté
se va a ir a trair una chiva.
Y
al zorro le dice:
-Usté
se va a trair una bolsa de choclos.
Y
a la gallina:
-Usté
se va a poner una docena de güevos, y los va a trair también.
En
circunstancia que ya 'taban todos reunidos y ordenados, llega un
viejito muy pobre, y pide permisio para quedarse esa noche áhi.
-Bueno
-le dice el jefe, quedesé, pero va hacer
mucho juego y va a preparar la cena.
Bueno...
La primera en venir jue la gallina con los güevos. Le
dice la gallina al viejito:
-Guarde
los güevos, yo voy a dormir un ratito, hasta que venga el jefe.
Entonce,
cuando se durmió la gallina, el viejito le torció el cogote y la
echó en una bolsa, y echó a los güevos, lo mesmo.
Al
poco rato llegó el zorro con los choclos, y también le dice que los
guarde a los choclos, que él va a dormir un momento hasta que venga
el jefe. Entonce, cuando se durmió, el viejo le puso un garrotazo al
zorro, que casi lo mató. El viejo echó los choclos en la bolsa. El
zorro echó a huir.
En
seguida vino el lión con una chiva, y le dice:
-Carnielá,
viejito, para que haga la cena, yo voy a dormir hasta que venga el
jefe.
Cuando
el lión se durmió, el viejo se sacó una ojota, alzó un poco de
rescoldo en la ojota, y le tiró en las costillas al lión. El lión
se mandó a cambiar huyendo. El viejo cargó con la carne también.
En
eso vino el jefe, con una vaquillona, y le dice:
-Güeno,
viejo, carnie esa vaquillona para que la ponga al juego.
Y
preguntó por los demás empleados, si habían venido.
Entonce
el viejo contestó que no habían venido, y dijo entonce el tigre:
-Hay
razón para que no vengan: la gallina no ha de poner tantos güevos,
al lión no lo ha de haber dejau llegar el pastor a las cabras, y el
zorro no ha de poder alzar la bolsa con choclos. Entonce, yo voy a
dormir un poco. Usté haga la cena hasta que venga la demás gente.
Güeno...
El viejo, entonce, puso una barreta al juego. Entonce, cuando ya
'stuvo colorada, se la dentró por el upite al tigre. Entonce, el
tigre, loco de dolor entró a huir también. Entonce se jueron todos,
y el viejito cargó con toda la proveduría.
Al
otro día se juntaron los tres, bajando al agua. Los tres que ya no
podían de enfermos y de doloridos. Y que se saludaron.
-¿Y
cómo te ha ido? -le dice el lión al zorro.
-Pero,
mal, tío. Yo nu hi visto viejo más mano pesada.
Me
pegó un moquete, me ha dejau medio molíu, y vea, me ha bajau una
oreja. Y a usté, ¿cómo le ha ido, tío?
-Pero,
mal, sobrino. Yo nu hi visto un viejo más uñudo. Mi ha clavau las
uñas, y me ha pelau todas las costías, las tengo lastimadas, que no
puedo más. Y a usté, tío tigre, ¿cómo le ha ido?
-Pero
mal, sobrino. Yo nu hi visto viejo más dedo caliente. Me ha metíu
el dedo en el upite, y me ha dejau ardiendo, lastimau, que no sé qué
hacer de dolor. ¿Y la gallina?
-¡Ah,
de ésa tiene que haber dau cuenta el viejo!
De
miedo, ni se animaron más a allegarse a donde 'taba el viejo.
César
Domínguez, 44 años.
El
Arenal. La Carolina. Pringles. San
Luis, 1939.
Cuento
630. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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