Esto
que cuento es de hace muchísimos años. Entonces los animales
hablaban igual que nohotros.
Entonces
jue que un tigre había cáido en una trampa. El tigre se 'taba
quejando de dolor y se allegó un hombre que iba pasando a ver de
quién eran estos quejidos. Entonce el tigre le vio cara de güeno y
le dice:
-¿Por
qué no mi hacís un favor? ¿Por qué no mi abrís esta trampa y me
das libertá?
-Sí
-dijo el hombre, pero si te largo sos capaz de comerme.
-No
-le dijo el tigre, cómo te voy a hacer eso. Vamos a ser los mejores
amigos del mundo.
Entonces,
tanto le rogó el tigre que el hombre lo largó. Di un salto salió
de la trampa, y como hacía tres días que no comía lo saltó al
hombre. Como 'taba débil el tigre, el hombre pudo hacerse un lado y
salvarse. Entonces le dijo el hombre:
-¡Ah!,
¡con que ésas tenemos! -dice el hombre. ¿No tenís vergüenza, un
animal tan valiente como vos, hacer esta traición?
-Tenis
razón -dice el tigre, pero yo estoy muerto di hambre. Pero, mirá,
vamos a preguntarle a cinco seres lo que piensan de que yo tengo que
comerte ante de morirme di hambre. Si ellos ven que tengo razón ti
almuerzo, y sinó te dejo.
-Yo
preferiría que jueran seis -dice el hombre, que no estaba muy seguro
de la justicia de los animales.
Y
empezaron a caminar por la orilla di un arroyo. El primer viviente
que encontraron jue un burro viejo, que parecía triste y cansado. El
tigre le gritó que se acercara. Le esplicaron el caso y le dijo el
tigre:
-¿Te
parece, amigo, que debo o no comerme a este hombre?
-Yo
creo que sí -dijo el burro. Los hombres son muy malvados. Mirá como
estoy de viejo y cansado a juerza de trabajar mucho, comer poco y
aguantar palos. Comelo en seguida -le dijo.
Igual
pasó con un árbol, al que le preguntaron, y el árbol dijo que en
pago que él daba su sombra, le cortaba el hombre las ramas y le
pisaban las ráices como si no le doliera como a ellos.
Siguieron
y encontraron una perdiz y le pidieron la opinión. La perdiz dijo
que lo comiera porque a ella los hombres li habían robau los güevos
y le habían muerto el marido.
Igual
contestó un pescado dorado al que pidieron su opinión. Siguieron
caminando hasta encontrar un lagarto que dormía al sol. También
dijo que lo comiera porque los hombres eran crueles, que lo
perseguían a él sin motivos.
-Güeno
-dijo el tigre, voy a tener güen almuerzo; falta uno solo.
En
eso apareció un zorro, que no los quería mucho a los hombres, pero
que lo quería menos al tigre. Lo llamó el tigre y le esplicó todo.
-¿A
qué hombre te referís? -le dice.
-A
ése -le dice el tigre. Me ha puesto en libertá, pero yo tengo mucho
hambre y tengo que comerlo. ¿Te parece justo?
-No
comprendo nada -contestó el zorro poniendo cara de inocente.
El
tigre volvió a esplicar, pero el zorro decía que no entendía nada.
Que no sabía qué era una trampa. Entonce decía que no se podía
dar cuenta cómo podía 'tar en la trampa. Entonce el tigre se puso
como 'taba. Ya cuando el zorro lo vio seguro, sin peligro del tigre,
le dijo al hombre:
-Es
mejor que éste se quede ande 'taba. A las fieras no se les puede
hacer favores.
El
hombre se puso muy contento y el zorro se fue al trotecito,
satisfecho de su buena acción.
Victoria
Flores, 50 años. Tamberías. San Juan, 1946.
Campesina.
Buena narradora.
Variante
muy original del cuento tradicional.
Cuento
588. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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