Éste
era un hombre que iba del trabajo a su casa. Cuando iba cerca de unas
barrancas muy peñascosas oyó clamores. El hombre curioso se allegó,
y abajo di una peña muy grande vido un tigre apretado. Y el tigre le
clamaba al hombre por su madre, por su padre, por sus parientes, que
lo sacara. Y le decía:
-¡Saquemé!
¡Saquemé! ¡por su máma, por su tata, por los parientes que más
quera! ¡Saquemé por vidita suya!
-No
-le decía el hombre. Si lo saco mi hai
comer.
-No
-le decía el tigre, no lo viá a comer.
¡Cómo voy a hacer eso!
Al
fin tanto rogarlo lo sacó el hombre al tigre y siguieron juntos.
Al
rato di andar le dijo el tigre:
-Tengo
mucho hambre. ¡Ahora te como!
Y
el hombre le decía:
-¿Te
salví la vida y ahora me querís comer?
Y
el hombre, devisando para todos lados, vido un güey y le dice al
tigre:
-Primero
vamos a ver qué dice el señor Juez.
Cuando
llegan ande 'tá el güey, y el hombre le dice que dé el fallo
porque él le ha salvado la vida al tigre y el tigre lo quere comer.
Es que le dice el güey:
-Yo
no puedo dar ninguna sentencia porque me veo flaco, viejo, inútil,
porque el hombre después que me ha hecho trabajar toda la vida me ha
botau de su casa. El cristiano es muy mal pagador.
-Busquemos
otro juez -dice el hombre- éste no sirve.
Y
siguieron otra vez. Y al rato el tigre le dijo que lo iba a comer no
más, que tenía mucho hambre. Y ya vido el hombre un caballo viejo y
le dijo que le tenían que pedir sentencia al señor Juez. Y el
caballo les dijo también:
-Yo
me veo flaco, viejo, aporriau, con mataduras y chuchoco, por el
hombre. Ya ve que en este estau me ha botau a los campos. ¡El
cristiano es muy mal pagador!
-Busquemos
otro juez -dice el hombre- éste es malo.
Y
volvieron a seguir. Y al rato lo quiso comer el tigre otra vez, al
hombre. Y el hombre desesperado miraba para todos lados cuando vido
un zorro, y le dijo al tigre:
-Vamos
a ver, por última vez, qué dice el señor Juez.
-Señor
Juez, señor Juez -que le gritaba el hombre- venga, eche una
sentencia.
Ya
se paró el zorro y que le dice:
-¡Por
áhi, no más! no me gusta que se me allegue mucho. ¿Y qué desea?
Y
ya el hombre le dijo que el tigre lo quería comer después que le
había salvado la vida. Que lo había encontrau apretau por una peña,
en una barranca.
Y
el zorro se puso a pensar, y que le dice que no podía echar
sentencia porque tenía que ver cómo había estau el tigre. Y ya se
jueron al lugar ande lo había apretau la peña al tigre. Y áhi le
dijo el zorro que el tigre se echara. El zorro siempre se ponía
lejito no más, de miedo al tigre. Y ya le dijo al hombre que le
dejara cáir la piedra. Y el hombre le puso encima la piedra.
-Güeno
-que dijo el zorro, dejalo áhi no más por
sinvergüenza, que le hais salvau la vida y te quere comer. Y dale
unos golpes con unas piedras, tamén.
Y
el hombre le tiró unos peñascazos y se jueron. Y áhi quedó el
tigre bramando. Y por áhi, cuando iban juntos, que le dice el hombre
al zorro:
-Señor
Juez, ¿y cónque quedo bien con usté? La vida que tengo es por
usté.
Y
el zorro le dijo que lo que él quisiera, le podía tráir.
-Güeno
-que le dice, esperemé mañana por áhi,
que le voy a tráir un cordero.
Güeno,
el hombre se jue a su casa. Al otro día vino. Y ya lo encontró al
zorro y que le dice:
-Acá
le traigo cordero.
El
zorro que era muy desconfiau, que le dice:
-Dejeló
por áhi, no más.
-No,
¡que se le va ir! -que le dice el hombre.
Y
ya que se arrimó el zorro, y salió de la bolsa un perro que había
tráido el hombre, y que le sacó corriendo al zorro. Y ya lo agarró
el perro al zorro, y que el zorro decía cuando el perro lo 'taba
matando:
-¡Mal
pagador es el cristiano!
Y
así que el hombre le pagó al zorro que le había salvau la vida.
Héctor
Escudero, 17 años. Río Juan Gómez. San Francisco. San Luis, 1951.
Campesino.
Ha concurrido a la escuela del lugar. Buen narrador.
Cuento
604. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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