El
conejo tenía una huerta de hortalizas. Su
compadre el zorro lo visitaba todas las noches y robaba las lechugas,
zanahorias y otras verduras. Entonce el conejo resuelve hacer un
muñeco grande de cera y lo coloca en la huerta. Por la noche entró
el zorro a robar y como ve un hombre alto, parado, le dice:
-¡Buena
nochi, señor!
Y
como no tiene contestación, le dice:
-¡Buena
nochi, señor! ¿Qué este hombre será sordo? Gritando le dice,
entonce:
-¡Buena
nochi, señor! Contestemé, que si no contesta le doy un sopapo.
Y
diciendo se lo dio no más y quedó con la mano prendida.
-¡Ay,
señor, sueltemé! -lloraba el zorro.
Y
seguía llorando y diciendo:
-¡Sueltemé,
que si no le doy una patada!
Y
le dio una patada y quedó prendido de una pata. El zorro desesperado
luchaba por librarse, pero todo fue inútil y gritando más aún le
repetía:
-¡Sueltemé,
señor, por favor! ¡Sueltemé o si no le doy otra patada! Y le dio
no más y quedó con la segunda pata prendida en la cera. Cuando
estaba bien atrapado salió el conejo y así cazó al ladrón de sus
hortalizas y le dio su buen castigo.
María
Elsa Salas de Varela, 28 años. La Quiaca. Yavi. Jujuy, 1952.
Cuento
669. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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