En
el tiempo que los animales hablaban, se reunían los pájaros una vez
al año y hacían concursos de vuelo. Daban un lindo premio para el
que hacía el vuelo mejor.
Una
vez se juntaron todos los pájaros y pusieron los jueces que iban a
dar los premios. Y se presentaron los mejores voladores. Tenían que
hacer pruebas y hacer ver cómo resistían todas las clases de
vuelos.
Es
así que en el concurso se inició el primer vuelo con una paloma.
Voló muy bien y todos aplaudieron. Luego voló la golondrina y se
lució con sus vuelos y la concurrencia aplaudió más todavía.
Después voló la calandria, voló el casero, voló el teruteru y así
desfilaron varios pájaros. Luego voló la lechuza, que con su vuelo
tan especial, que se queda en el aire sin moverse y hace giros que no
lo hacen otros, parecía que iba a ganar el premio y todos la
aplaudían. Pero resulta que faltaba volar al loro, un loro grande,
un papagayo. Y ya iba a salir el loro. Y como en esos tiempos las
aves fumaban cigarros de hoja, un bandido de los que estaban ahí,
que no se supo cuál fue, le arrimó debajo de la cola al loro, en un
descuido, un cigarro, encendido, y se lo metió mientras que todos
gritaban:
-¡Que
vuele el loro! ¡Que vuele el loro! ¡Hay que seguir hasta que
háyamos terminado!
Entonce
el loro arrancó vuelo a toda velocidá, haciendo unos virajes
extraordinarios. A causa del aletiar de las alas, se le encendió más
y más el cigarro y le quemaba la cola. Entonce el loro empezó a
volar arrastrando la cola en el suelo. Y subía y bajaba y hacía mil
piruetas y se seguía arrastrando a ver si se podía sacar el
cigarro, hasta que aterrizó definitivamente y ganó. Ganó el loro.
Todo el mundo aplaudía y todos pedían que dijera cómo había
aprendido esas refaladas, torcidas y vueltas y revueltas.
Entonce
el loro habló:
-Bueno,
señores, yo he ganado haciendo muchos sacrificios y sufriendo muchos
dolores.
Entonce
se dio vuelta el loro y mirando, dijo con voz bajita:
-Yo
he ganado, ¿pero cuál es el hijo 'e puta que me ha puesto en el
trasero el cigarro encendido?
Héctor
Maritano, 57 años.
San
Genaro Norte. Estancia. La Lolilla. San Jerónimo. Santa Fe, 1961.
Hacendado.
Muy buen narrador.
Cuento
786 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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