El
tigre venía por la costa de un arroyo y se acostó a dormir abajo de
una barranquera. Cuando 'taba dormido se le deforonó
la barranca y lo apretó. Que él no se podía mover de apretado que
'staba.
Y
por áhi viene un hombre y le pidió el servicio que lo sacara, que
él no se podía mover, que ya se moría.
Y
el hombre al fin lo sacó.
Después
de haberlo sacao, el tigre lo quería comer. Y entonce el hombre le
dice que cómo iba a hacer eso, que despué de haberlo hecho un
servicio lo iba a comer, que eso no podía ser.
En
ese momento va cruzando don Juan, el zorro, y le dice el hombre:
-Vea,
amigo, sirvanós de abogao, en este momento.
Y
el zorro vino, se acercó, y el hombre le dice:
-Que
cómo puede ser esto. Yo después de haberlo sacado al tigre y de
haberle salvado la vida, él me quiere pagar con un perjuicio. Yo le
diré, me quiere comer él a mí.
Don
Juan le contestó:
-Vea,
mi amigo, yo quiero ver el asunto, quiero ver cómo 'taba apretado el
tigre áhi. Tiene que ponerse en la posición que 'taba, y usté, mi
amigo, lo apreta.
Y
ya se jueron. Y e l tigre se puso en la barranquera. Y el hombre le
echó encima un pedazo muy grande de la barranca, y áhi quedó
apretado, y el zorro le dijo:
-Áhi
tiene, amigo, no sea zonzo. Mi tío tigre que se muera áhi. Y usté
nunca se ponga a salvarlo. Mi tío no sabe agradecer. Si lo salva, su
vida está perdida.
Bueno.
El hombre le agradeció mucho, y le dijo:
-Bueno,
don Juan Zorro, ¿cuánto le debo?
-Yo
no le cobraré nada, mi amigo. Yo, lo único que le voy a pedir, que
todos mis hermanos tocayos que encuentre muertos, los entierre y les
deje la cabeza ajuera.
Por
áhi, el hombre, se jue a la casa y juntó unas cuantas gallinas y
salió a venderlas. Va y lo encuentra a un pariente de don Juan en el
camino, muerto. Él cavó con el cuchillo, como Dios lo ayudó y lo
enterró y le dejó la cabeza ajuera. Y siguió el camino. Cerquita
no más encontró otro pariente de don Juan, muerto. Y otra vez, como
Dios le ayudó, volvió a cavar con el cuchillo y lo enterró y le
dejó la cabeza ajuera. Y cerquita, después de marchar, volvió a
encontrar otro pariente de don Juan, muerto. Y siguió. Y cerquita
otra vez volvió a encontrar otro zorro muerto. Y ya se cansó el
hombre, y se abaja el hombre, y con rabia y lo caza de la cola y lo
azota con todas sus juerzas contra el suelo.
Y
era don Juan, que se 'taba haciendo el muerto para embromar al
hombre. Y áhi se levanta el zorro, medio desmayao del golpe, y le
dice:
-Vea,
mi amigo. Yo le salvé la vida, y un servicio con un perjuicio me
paga.
Serafín
García, 40 años. Puerto Yeruá. Concordia. Entre Ríos, 1951.
Trabajador
rural. Buen narrador.
Cuento
611. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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