Un
burro venía pasando por entre las breñas, unos pedregales, y de
bien que venía se sosprendió, pegó un rebuzno. En realidá se vio
con que estaba un león parado tan cerca de él. Después de eso la
sospresa que tuvo:
-¡Oh,
don León, qué hace aquí!
-¡Ay,
don Burro, no sabe lo que me pasa!
-¿Qué
le pasa?
-Y,
vine por acá, buscando qué cazar y se me vino una piedra, sobre la
mano, y resulta que me trampió. ¡Pórque no mi hace el bien, a ver
si me saca!
-¡Ah!,
imposible don León -que dice, cómo cre que lo voy a sacar, después
a mí mismo me comería.
-No,
don Burro, cómo cre semejante cosa. Qué cre que soy tan ingrato,
que después de salvarme de esta situación, sacarme de aquí ande
'toy trampiau hace tres días, que no como ni bebo, y que voy atentar
contra di usté.
-No,
no le creo don León, dice, porque usté, dice, tiene la predilección
por nosotros, los burros, que somos la carne preferida di usté.
-Pero,
no, don Burro, cómo cre que yo le voy hacer eso. Eso es imposible.
Al contrario, le quedaré tan agradecido que me saque de esta
situación. Como le digo, tres días sin comer ni beber. ¡Aj!...
-Yo
lo sacaría, pero a usté, dice, a usté no lo creo...
-Pero,
don Burro, no vaya a pensar semejante cosa. Si usté me saca, hasta
le podría jurar que yo no voy a comer los burros.
De
tanto rogar si acercó el burro, como pudo, levantó la piedra esa
que le estaba aprisionando la mano y salió. Se empezó a lamer la
mano, dolorido, hambriento. Cuando ya se sintió un poco mejor, dice:
-Y
ahora, adónde puedo ir a cazar yo con mi mano herida. Mire, don
Burro, yo creo que no voy a tener otro remedio que comermeló a usté.
-Ha
visto, don León. Yo he pensado lo que usté me dice, que yo estaba
en lo cierto, que después de sacarlo a usté me iba a comer.
-Y
qué querís qui haga. Con mi mano herida, adónde voy a ir a cazar.
Y me muero di hambre.
-¡Aj!...
Ha visto -le dice. ¿Y usté es tan créido que es capaz de después
de haberlo sacado di ande 'taba prisionero, que me coma?
-¿Y
qué querís qui haga?
En
eso ha venido un zorro, don Juan, se denominaba entonces, y ha
alcanzado a oyer él.
Dice:
-¡Oh,
qué dice señor don León!, ¿cómo le va? Qué dice, don Burro,
¿cómo le va?
-Y,
aquí 'tamos -que dice- discutiendo. Vea lo que me pasa -dice el
burro-. Vengo, lu hallo aquí a don León que si ha agarrau aquí,
hacía tres días y después que lo saco de donde 'taba trampiado,
ahora me quiere comer.
-Y
qué quiere qui haga -le dice el león. Mire, si ahora, como 'toy
herido no puedo ir a cazar, tengo que comerlo.
-Y
-que dice-, ¿por qué usted no nos sirve de juez?
-Yo,
para ser juez, tendría que volver a los hechos, como estaban al
principio. Sinó, no puedo ser juez. Cómo voy a declarar a uno
inocente y a otro culpable si yo nu hi visto el principio.
-Bueno,
es que tiene razón el señor.
-Sí,
si a nosotros los da tamién de darle la razón a don Juan.
-Bueno
-que dice, ¿cómo estaba usté, don León? -dice.
-Así
-dice, que tenía metida la mano así.
-A
ver, don Burro, pongalé la piedra como ha 'tau.
Agarra
el burro, como pudo, la pechó a la piedra y viene a caerle sobre la
mano del león.
-Así,
que así 'taba usté.
-Sí
-que dice, así he estado.
-¿Y
usté ha veníu y lu ha salvado?
-Sí.
-¿Y
ahora que se ve libre lo quere comer a usté de nuevo?
-Sí,
señor.
-Bueno.
Yo, el fallo que le puedo dar es que lo deje ahí, como está. Así
como está, y usté se va. Por ingrato y mal agradecido.
Pegó
un rebuzno el burro y se fue contento.
Isidro
Segundo Páez, 53 años. Los Sarmientos. Chilecito. La Rioja, 1968.
Campesino.
Agricultor. Buen narrador.
Cuento
587. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
No hay comentarios:
Publicar un comentario