Durante
muchos años el Buda se dedicó a recorrer ciudades, pueblos y aldeas
impartiendo la Enseñanza ,
siempre con infinita compasión. Pero en todas partes hay gente aviesa y
desaprensiva. Así, a veces surgían personas que se encaraban al maestro y le
insultaban acremente. El Buda jamás perdía la sonrisa y mantenía una calma
imperturbable. Hasta tal punto conservaba la quietud y la expresión del rostro
apacible, que un día los discípulos, extrañados, le preguntaron:
-Señor,
¿cómo puedes mantenerte tan sereno ante los insultos?
Y el
Buda repuso:
-Ellos
me insultan, ciertamente, pero yo no recojo el insulto.
El Maestro dice: Insultos o halagos, que te
dejen tan imperturbable como la brisa de aire al abeto.
004. Anonimo (india),
No hay comentarios:
Publicar un comentario