El rey Bana era un
poderoso demonio que había hecho grandes penitencias al dios Shiva y había conseguido
de él innumerables poderes. Sin embargo, esta fuerza divina le hizo volverse
vano y arrogante y comenzó a tratar mal a sus súbditos, pues se creía el ser
más poderoso del universo. Shiva, entonces, para castigarle, le anunció que
encontraría a un rival que le humillaría. Pero Bana no se asustó ante esta
perspectiva y aguardó deseoso el encuentro con ese rival.
Bana tenía una hija, la
bella Usha. La muchacha se hallaba un día en el bosque, rodeada de sus
sirvientas, cuando sintió mucho sueño. Se acostó junto al tronco de un árbol y
quedó profundamente dormida.
Tuvo un sueño en el que
veía un agraciado rostro masculino, el rostro de una deidad. Despertó gritando
y todas sus compañeras quisieron saber la causa de su sobresalto, por lo que
comenzaron a importunarle con preguntas.
Chitralekha, una ninfa
celestial, la amiga más íntima de Usha, consiguió disuadir a las otras para que
no inquiriesen más y habló con la princesa cuando quedaron a solas.
-¿Quién es el hombre con
el que soñaste, amiga? -quiso saber Chitralekha.
Usha decidió confiar en
ella.
-Ciertamente vi a un
príncipe en mis sueños. Era un ser ideal. Quise retenerle, mas desapareció sin
que yo pudiera evitarlo.
-¿Y quién era?
-No lo sé. Tenía la piel
de color azul y vestía ropajes amarillos.
-Yo te juro, amiga, que
encontraré al hombre de tu sueño y que haré que te reúnas con él -aseguró
Chitralekha-. Pintaré para ti retratos de todos los hombres posibles para que
le puedas identificar.
La ninfa así lo hizo y
presentó ante Usha muchos retratos de jóvenes de agraciado aspecto. Pero
aquellos rostros no se parecían al que había cautivado a la princesa.
Chitralekha pintó a seres celes-tiales, a músicos divinos, a héroes y a dioses;
pero ninguno era el deseado.
Después Chitralekha le
presentó dos últimos retratos: el del dios Krishna y el de Pradyumna, el hijo
de éste. Usha, al contemplarlos, quedó totalmente abatida, pues ambos se
asemejaban al hombre de sus sueños, pero no podía identificar claramente cuál
de los dos era. Finalmente, la hábil pintora hizo el retrato de Aniruddh, hijo
de Pradyumna, y Usha, al verlo, se ruborizó.
-Es él -declaró, bajando
los ojos.
-Ya sabía yo -afirmó su
amiga- que sólo alguien de origen divino podría haber perturbado de tal modo a
mi princesa. No temas. Pronto te hallarás en su presencia. Confía en mí.
Y, con la ayuda sus
poderes mágicos, Chitralekha se trasladó volando a Dvarka, la ciudad en la que
se hallaba el palacio de Aniruddh.
El príncipe se encontraba
durmiendo y la joven no quiso despertarle, por lo que decidió transportarle en
medio de su sueño. Elevó el lecho en el que se hallaba Aniruddh y lo llevó por los
aires, hasta dejarlo en presencia de su princesa, quien agradeció a su amiga
de todo corazón lo que había hecho por ella.
En el instante en que
Aniruddh se despertó, se encontró en un aposento desconocido para él y ante
una hermosa mujer.
-¿Quién eres? -quiso
saber.
-Soy Usha, la hija del
rey Bana. Mi amor te ha hecho venir a este palacio, en el que serás mi huésped
más querido. Te han traído aquí contra tu voluntad, por lo que te pido
disculpas. Te aseguro que eres totalmente libre para marcharte en el momento en
el que lo desees.
Pero Aniruddh estaba ya
cautivado por la belleza de la joven y respondió lo siguiente:
-Ni por todas las
riquezas del mundo te abandonaría, bella Usha. Mi mayor anhelo es en este
instante permanecer aquí, a tu lado, y gozar eternamente de tu compañía.
A partir de ese momento
empezaron para los dos enamorados días de verdadera felicidad. Aniruddh permaneció
oculto en las habitaciones de su amada y ambos contrajeron matrimonio en
secreto. Ella le cuidaba y le atendía, bailaba para él, le preparaba los
manjares más deliciosos y le ofrecía todo su cariño. Ambos gozaron juntos de
los placeres del amor y trans-currieron cuatro meses casi sin que ellos se
dieran cuenta.
Pero acaeció que, un día,
los guardias que custodiaban los apo-sentos de la princesa oyeron ruidos
extraños y espiaron continuada-mente, hasta que descubrieron a los dos amantes.
Avisaron de inmediato al rey Bana, quien irrumpió en las habitaciones de su
hija, descubriendo a Aniruddh.
Bana mandó a su guardia
matar al príncipe, pero éste se defendió con valor, por lo que el mismo monarca
hubo de entrar en combate. Sus innumerables brazos, mediante sus poderes
mágicos, se convir-tieron en serpientes, con las que rodeó el cuerpo de
Aniruddh, que no pudo defenderse. Hecho esto, el rey mandó encerrar al joven en
un profundo calabozo.
Mientras tanto, en la
ciudad de Dvarka, todo el mundo estaba consternado por la desaparición del
príncipe. El dios Krishna mandó llamar a Narad, el mensajero de los dioses y
portador de toda clase de noticias, quien le comunicó que Aniruddh era
prisionero de Bana y se hallaba atado con serpientes, que imposibilitaban su
huida.
Los ejércitos de Dvarka
partieron en dirección al reino de Bana y se enfrentaron a sus tropas. El dios
Shiva combatió al lado de Bana, al que le había prometido su protección, por
lo que las fuerzas estaban muy igualadas. Pero finalmente Krishna, el mejor de
los guerreros, entró directamente en combate con el rey y le cercenó todos sus
brazos, a excepción de cuatro, consiguiendo reducirle.
Shiva intercedió y logró
que Krishna le perdonara la vida, con la condición de que aceptase la unión de
los dos amantes. Bana tuvo que ceder y, de esta manera, Usha se convirtió en la
consorte de Aniruddh y partió con él en dirección a Dvarka.
(Del Bhâgavata Purâna)
Fuente: Enrique Gallud Jardiel
004. Anonimo (india),
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