Iba un hombre caminando
por un bosque. Estaba pensativo, porque desde hacía tiempo se sentía
insatisfecho, atribulado y triste. No encontraba sentido a la vida; la
melancolía iba ganándole terreno.
¿Para qué vivir?, se
preguntaba. Caminaba cabizbajo y de repente encontró una gema muy bella en el
suelo. La cogió delicadamente entre los dedos y, al contemplarla, en su fondo,
vio el amable y hermosísimo rostro de un hada. Ella era más bella de cuanto
pueda imaginarse. ¡Qué ojos inmensos y sugerentes aquéllos! Tanta hermosura
sobrecogía. Ella despegó sus labios para decir:
-Soy un hada del bosque.
Puedo otorgar cualquier deseo. Pídeme lo que quieras hombre triste.
Aquellas palabras tocaron
lo más profundo del corazón del hombre triste. ¡Qué prodigiosa gema aquella que
era la morada de una maravillosa hada!
-Pídeme lo que desees
-insistió el hada.
Era su faz tan serena y
tan melodiosa su voz, que al punto el hombre atribulado supo que el hada siempre
haría lo mejor de lo mejor. Así, repuso:
-Maravillosa hada
instalada en el refulgente brillo de esta gema, sólo te diré: haz aquello que
tú consideres lo mejor.
Y el hada aclaró:
-¡Oh, amigo mío, eso fue
lo que tú me pediste cuando eras un animal y te convertí en el hombre que ahora
eres.
El Maestro dice: Entre tantas formas de existencia, hemos
hallado la de ser humanos. ¡Cuán difícil era! Tenemos que valorarnos como seres
humanos y poner todos los medios para mejorarnos espiritualmente y caminar
hacia la completa pureza de la mente y del corazón. No hay oportunidad como
ésta: no la perdamos.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
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