Un recluso
iba a ser trasladado de una a otra prisión y para ello debía atravesar toda la
ciudad. Le colocaron sobre la cabeza un cuenco lleno de aceite hasta el borde y
le dijeron:
-Un verdugo,
con una afilada espada, caminará detrás de ti. En el mismo momento en que
derrames una gota de aceite, te rebanará la cabeza.
Se sacó al
recluso de la celda y se le colocó un cuenco sobre la cabeza.
Comenzó a
caminar con mucho cuidado, en tanto el verdugo iba detrás de él.
Había llegado
a pleno centro de la ciudad, cuando, de súbito, también llegaron al mismo lugar
un grupo de hermosísimas bailari-nas. La pregunta es: ¿Logró el recluso no
ladear la cabeza para mirar a las bailarinas y así mantenerla a salvo, o, por
el contrario, negli-gentemente, miró a las bailarinas y la perdió?
*El Maestro
dice: Los que no permanecen atentos es
como si ya estuvieran muertos.
004. Anonimo (india),
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