Dronacharya era un
fabuloso maestro de ballestería. Sabía todas las técnicas al respecto. Tal era
su habilidad, que se había convertido en instructor de los más valerosos
príncipes. Cierto día se le acercó un humilde muchachito de nombre Eklavya, y
le solicitó instrucción, pero el maestro lo rechazó.
Pasó el tiempo. Eklavya
salió por el bosque acompañado de su arco. Vio un perro y le disparó una flecha
que, sin herirlo, quedó fija entre los dientes del animal. Entonces los
príncipes tuvieron ocasión de ver un disparo tan sorprendente. Irritados y
celosos, se dirigieron al maestro para echarle en cara:
-Tú nos has entrenado
minuciosamente en el arte de la balles-tería, pero, sin embargo, no nos has
enseñado la técnica que consiste en dejar una flecha suspendida en los dientes
de un perro, como hemos visto que ha hecho un jovencito.
-Traedme al perro y al
jovencito.
El maestro comprobó lo
que los príncipes le decían. Dirigiéndose al joven, le dijo:
-Muchacho, no hay nadie
en el reino capaz de hacer este disparo, excepto yo. Es mi disparo secreto.
Únicamente yo conozco la técnica para ejecutarlo y a nadie se le ha enseñado
jamás ¿Cómo la has aprendido tú?
-Tú me la has enseñado
-aseveró el joven.
-No mientas -replicó el
maestro.
-Me la has enseñado aún
sin saberlo, maestro. Te explicaré. Cuando tú me rechazaste, visualicé muy a
fondo tu imagen. Luego llegué a mi casa e hice una escultura de arcilla con tu
imagen. Desde ese momento comencé a meditar sobre ti y a visualizarte. Así,
poco a poco, me identifiqué totalmente contigo y entonces me fue revelado y
desvelado tu gran secreto.
El Maestro dice: La meditación es reveladora. La genuina
motivación nos hace conocer lo aparentemente incognoscible. La perseverancia
en la práctica es la clave del éxito. Medita, y muchos secretos te serán espontáneamente revelados.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
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