Era un buscador de otras
realidades. Había vagado por muchos reinos y llegó a un santuario tibetano en
el que habitaba un recio ermitaño. Era un lugar espléndido para la reflexión y
le pidió al ermitaño permiso para quedarse allí unos días.
-Haz como te venga en
gana -dijo el ermitaño sin demostrar ninguna simpatía.
Unos días después, el
buscador se sentó junto al ermitaño. Reinaba un silencio perfecto. El aire era
puro. Ermitaño y buscador se miraron. El ermitaño intimidaba con su reciedumbre
al buscador, pero éste se atrevió a preguntar:
-¿Cómo soy yo?
-Como una vaca -repuso el
ermitaño.
El buscador se quedó
atónito. La comparación lo dejaba muy sorprendido.
-No te asombres -dijo el
ermitaño, contemplando su reacción-. ¿Acaso no comes?
-Sí, lo hago.
-También una vaca. Y
dime, ¿no duermes?
-Sí, todos los días.
-Como una vaca. ¿Y no
defecas?
-Lo hago.
-Como una vaca. O sea, ya
lo ves, eres como una vaca.
Entonces el buscador
replicó:
-No lo creo.
-Ésa es la diferencia
-dijo entonces el ermitaño-. Que tú dudas y la vaca no. Si tu duda es inteligente
y te ayuda a investigar la última realidad y hacerte uno con ella, entonces
dejarás de ser como una vaca. De otro modo, amigo mío, tú y la vaca sois
iguales... aunque las vacas suelen ser más pacíficas que los seres humanos.
El Maetro dice: Depende de ti ser como una vaca o darle un
significado liberador a tu e.acistencia. Pero si sólo te quedas siendo como una
vaca, al menos sé pacífico y noble como ella ¿Qué menos se puede pedir?
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
No hay comentarios:
Publicar un comentario