Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

lunes, 18 de junio de 2012

La esposa celestial

Existe una famosa ciudad llamada Pataliputra, tan bella que es ornamento de la tierra. Un mercader, de nombre Dharmagupta, vivía en ella. Tuvo este hom­bre una hija, a la que puso por nombre Prabhá, quien, ya desde el momento de nacer, era una verdadera belleza. Además, mostró facultades increíbles, pues nació ha­blando y podía mantenerse de pie.
En el momento en que el padre se percató de estas maravillas, llevó a su hija a una habitación aparte, para que las comadronas no sospechasen nada, y le habló de esta manera:
-¡Oh, gran señora! Las maravillas que he contempla­do me indican que no eres un ser como el resto de no­sotros. Dime quién eres y por qué has tomado cuerpo mortal en mi casa.
-Nada te diré, padre -manifestó la niña. Sólo has de saber que mientras permanezca en tu casa, gozarás de gran prosperidad y toda suerte de felicidades. Todo ello con la condición de que no me entregues a nadie en ma­trimonio. Confórmate con esto que te he dicho, pues no necesitas saber nada más.
Dharmagupta se asustó al escuchar estas palabras y escondió a la niña en unas habitaciones interiores de la casa. Luego salió, se dirigió a las mujeres que estaban allí y anunció que la criatura había muerto.
Pasó el tiempo y Prabhá creció sin salir de aquel ho­gar, convirtiéndose en una mujer de extraordinaria her­mosura.
Un día se hallaba en el balcón de su casa, contem­plando las festividades de la primavera, cuando Chandra, el hijo de otro mercader de la ciudad, la vio, quedando prendado de su belleza.
El joven regresó a su hogar en un estado de gran agi­tación. Sus padres se preocuparon por él y al final hubo de contarles el amor súbito que sentía por aquella mu­chacha.
Guhasén, el padre de Chandra le amaba mucho y, sin demora, corrió a casa de Dharmagupta a solicitar la mano de su hija. Pero el mercader se negó a ello, ale­gando que su hija estaba loca. Guhasén no creyó esta historia y, cuando regresó a su hogar y contempló el es­tado de ansiedad de su hijo, no supo qué hacer.
"Acudiré a ver al monarca", se dijo, tras meditarlo mucho. "Le he hecho algunos favores en el pasado y no podrá negarse a esto que le pido. Él hará que Dharmagupta dé en matrimonio a la muchacha."
Marchó entonces el hombre ante el soberano, lle­vándole algunos regalos, y le puso en antecedentes de lo acaecido, pidiéndole ayuda. El soberano apreciaba mu­cho a Guhasén y mandó al jefe de su guardia que rodea­se con sus tropas la casa de Dharmagupta.
Éste fue presa del pánico y creyó que había llegado el fin sus días. Su hija le tranquilizó.
-No te angusties, padre -aconsejó la muchacha-. No permitiré que sufras por mi causa. Entrégame en ma­trimonio. Pero has de poner la condición de que mi ma­rido no debe nunca yacer conmigo. Has de dejarle esto muy claro a mi futuro suegro.
Dharmagupta aceptó el entregar su hija en matri­monio a Chandra, con la condición estipulada. Guhasén accedió a ello, pero sus intenciones eran otras.
"Cuando la muchacha sea mi nuera y esté bajo mi te­cho, ¡ya veremos lo que sucede!", pensó.
Chandra llevó a su mujer a su casa y, entonces, su pa­dre le dijo:
-Hijo, no hagas caso de lo que se ha dicho y disfruta de tu esposa. ¿Cuándo se ha visto que un marido no pue­da yacer con su mujer?
Prabhá escuchó esto y sintió mucha ira. Se volvió ha­cia su suegro y le señaló con el dedo. Al verlo, Guhasén se sintió tan aterrorizado que le faltó la respiración y cayó muerto en suelo.
Chandra pensó que su esposa era una diosa de la muerte y, en adelante, la evitó siempre. No se acercaba a ella bajo ningún concepto, aunque la muchacha seguía viviendo en la casa. Pero, por otra parte, conservar el ce­libato se le hacía muy difícil. Sintió una gran depresión y ningún placer le agradaba. Se dedicó a los ayunos y a la vida contemplativa.
Un día llegó a la casa un brahmán mendicante y se asombró al ver la hermosura de la mujer. Preguntó a Chandra quién era y el des-venturado esposo le contó toda su historia. Entonces el brahmán, que poseía po­deres adquiridos tras largos años de penitencias, se com­padeció de Chandra y le dio una fórmula mágica que ha­ría que sus deseos se cumpliesen.
El joven recitó la oración sagrada ante el fuego y el mismo dios Agni se personificó ante él, en la apariencia de un sacerdote.
-Hoy -le anunció el dios- seré tu huésped. Comeré de tu comida y pernoctaré en tu casa. Te revelaré la ver­dad sobre tu esposa y te concederé lo que deseas.
El dios hizo como había anunciado. Cenó con Chandra y, después, se acostó junto a él para descansar.
Cuando todos dormían, Prabhá salió de la casa. Inmediatamente el dios Agni despertó a su anfitrión.
-Levántate -le ordenó-. Sepamos en qué se ocupa tu mujer.
Hizo entonces el dios uso de sus poderes y ambos se trans-formaron en abejas, que volaron en seguimiento de Prabhá.
La esposa salió de la ciudad y se adentró en el bos­que. Las dos abejas la alcanzaron y vieron un hermoso árbol de grandes ramas, del que salía un dulce sonido de flauta. Chandra divisó a una mujer, que se parecía a su esposa, y que se hallaba sentada en un trono, sobre una rama. Su belleza era sólo comparable a los rayos de la luna.
Prabhá trepó al árbol y se sentó junto al trono, mien­tras Chandra se preguntaba si lo que estaba viendo era verdad o únicamente una ilusión de sus sentidos. Contempló cómo las dos mujeres comían frutas y bebían algún licor.
Entonces, Prabhá dijo a su compañera:
-Querida hermana: debo abandonarte ahora, porque un respeta-ble sacerdote ha llegado a nuestra casa. Pronto se despertará y debo ocuparme de agasajarle como se merece.
Dicho esto, bajó del árbol y se dirigió hacia la casa. Únicamente el hallarse transformados en abejas permi­tió a Agni y a Chandra llegar antes que ella.
El dios dijo al joven:
-Por lo que has presenciado, habrás deducido que tu esposa no es una simple mortal, sino alguna clase de ser divino. La mujer a quien visitó era, indudablemente, su hermana. Ahora piensa: ¿por qué querría un ser celes­tial tener relaciones con un humano?
-¿Qué debo hacer, entonces? -preguntó Chandra.
-Ten confianza. Te daré un diagrama mágico que ha­brás de dibujar sobre su puerta y asimismo te revelaré un plan que incrementará el poder mágico del dibujo.
El dios así lo hizo. Dio el diagrama a Chandra, le ex­plicó lo que tenía que hacer y desapareció.
Por la tarde, Chandra hizo el dibujo sobre la puerta de la alcoba de su esposa. A continuación se vistió sus me­jores ropas e hizo traer a una cortesana del lugar, a la que había aleccionado. Estuvo charlando con ella ani­madamente, hasta que Prabhá les oyó y salió de su ha­bitación.
-¿Quién es esta mujer? -quiso saber-. ¿Qué hace en mi casa?
-Es una amiga a la que he llamado para que me haga compañía en mis días de soledad -fue la repuesta de Chandra. Supongo que no objetarás a su presencia.
Entonces empezó a hacer efecto el diagrama mágico que el dios Agni le había entregado a Chandra y que no era sino un medio de provocar los celos de las mujeres. Prabhá sintió una sensación desconocida en ella y, casi sin pensar lo que estaba diciendo, protestó de la siguiente manera:
-Sí tengo mucho que objetar. No me parece bien su presencia aquí. ¿Qué necesidad hay de otra mujer joven y bella en la casa? Si quieres gozar de una mujer, para eso estoy yo aquí, que soy tu esposa.
Chandra aparentó no estar interesado en ella y esto aumentó aún más los celos de Prabhá. Se sintió infla­mada por el deseo y suplicó a su marido que la acepta­ra. Él fingió acceder de mala gana y ambos penetraron en la alcoba, donde consumaron finalmente su matri­monio.
A partir de este momento ambos vivieron felices y Chandra gozó de su esposa celestial, que tenía muchos poderes divinos y, afortunadamente para su esposo, al­gunas debilidades humanas.

(Del Kathâsaritasâgara de Somadeva)

Fuente: Enrique Gallud Jardiel

004. Anonimo (india),

No hay comentarios:

Publicar un comentario