Existe una famosa ciudad
llamada Pataliputra, tan bella que es ornamento de la tierra. Un mercader, de
nombre Dharmagupta, vivía en ella. Tuvo este hombre una hija, a la que puso
por nombre Prabhá, quien, ya desde el momento de nacer, era una verdadera
belleza. Además, mostró facultades increíbles, pues nació hablando y podía
mantenerse de pie.
En el momento en que el
padre se percató de estas maravillas, llevó a su hija a una habitación aparte,
para que las comadronas no sospechasen nada, y le habló de esta manera:
-¡Oh, gran señora! Las
maravillas que he contemplado me indican que no eres un ser como el resto de
nosotros. Dime quién eres y por qué has tomado cuerpo mortal en mi casa.
-Nada te diré, padre -manifestó
la niña. Sólo has de saber que mientras permanezca en tu casa, gozarás de gran
prosperidad y toda suerte de felicidades. Todo ello con la condición de que no
me entregues a nadie en matrimonio. Confórmate con esto que te he dicho, pues
no necesitas saber nada más.
Dharmagupta se asustó al
escuchar estas palabras y escondió a la niña en unas habitaciones interiores de
la casa. Luego salió, se dirigió a las mujeres que estaban allí y anunció que
la criatura había muerto.
Pasó el tiempo y Prabhá
creció sin salir de aquel hogar, convirtiéndose en una mujer de
extraordinaria hermosura.
Un día se hallaba en el
balcón de su casa, contemplando las festividades de la primavera, cuando
Chandra, el hijo de otro mercader de la ciudad, la vio, quedando prendado de
su belleza.
El joven regresó a su
hogar en un estado de gran agitación. Sus padres se preocuparon por él y al
final hubo de contarles el amor súbito que sentía por aquella muchacha.
Guhasén, el padre de
Chandra le amaba mucho y, sin demora, corrió a casa de Dharmagupta a solicitar
la mano de su hija. Pero el mercader se negó a ello, alegando que su hija
estaba loca. Guhasén no creyó esta historia y, cuando regresó a su hogar y
contempló el estado de ansiedad de su hijo, no supo qué hacer.
"Acudiré a ver al
monarca", se dijo, tras meditarlo mucho. "Le he hecho algunos favores
en el pasado y no podrá negarse a esto que le pido. Él hará que Dharmagupta dé
en matrimonio a la muchacha."
Marchó entonces el hombre
ante el soberano, llevándole algunos regalos, y le puso en antecedentes de lo
acaecido, pidiéndole ayuda. El soberano apreciaba mucho a Guhasén y mandó al
jefe de su guardia que rodease con sus tropas la casa de Dharmagupta.
Éste fue presa del pánico
y creyó que había llegado el fin sus días. Su hija le tranquilizó.
-No te angusties, padre
-aconsejó la muchacha-. No permitiré que sufras por mi causa. Entrégame en matrimonio.
Pero has de poner la condición de que mi marido no debe nunca yacer conmigo.
Has de dejarle esto muy claro a mi futuro suegro.
Dharmagupta aceptó el
entregar su hija en matrimonio a Chandra, con la condición estipulada.
Guhasén accedió a ello, pero sus intenciones eran otras.
"Cuando la muchacha
sea mi nuera y esté bajo mi techo, ¡ya veremos lo que sucede!", pensó.
Chandra llevó a su mujer
a su casa y, entonces, su padre le dijo:
-Hijo, no hagas caso de
lo que se ha dicho y disfruta de tu esposa. ¿Cuándo se ha visto que un marido
no pueda yacer con su mujer?
Prabhá escuchó esto y
sintió mucha ira. Se volvió hacia su suegro y le señaló con el dedo. Al verlo,
Guhasén se sintió tan aterrorizado que le faltó la respiración y cayó muerto en
suelo.
Chandra pensó que su
esposa era una diosa de la muerte y, en adelante, la evitó siempre. No se
acercaba a ella bajo ningún concepto, aunque la muchacha seguía viviendo en la
casa. Pero, por otra parte, conservar el celibato se le hacía muy difícil.
Sintió una gran depresión y ningún placer le agradaba. Se dedicó a los ayunos y
a la vida contemplativa.
Un día llegó a la casa un
brahmán mendicante y se asombró al ver la hermosura de la mujer. Preguntó a
Chandra quién era y el des-venturado esposo le contó toda su historia. Entonces
el brahmán, que poseía poderes adquiridos tras largos años de penitencias, se
compadeció de Chandra y le dio una fórmula mágica que haría que sus deseos se
cumpliesen.
El joven recitó la
oración sagrada ante el fuego y el mismo dios Agni se personificó ante él, en
la apariencia de un sacerdote.
-Hoy -le anunció el dios-
seré tu huésped. Comeré de tu comida y pernoctaré en tu casa. Te revelaré la
verdad sobre tu esposa y te concederé lo que deseas.
El dios hizo como había
anunciado. Cenó con Chandra y, después, se acostó junto a él para descansar.
Cuando todos dormían,
Prabhá salió de la casa. Inmediatamente el dios Agni despertó a su anfitrión.
-Levántate -le ordenó-.
Sepamos en qué se ocupa tu mujer.
Hizo entonces el dios uso
de sus poderes y ambos se trans-formaron en abejas, que volaron en seguimiento
de Prabhá.
La esposa salió de la
ciudad y se adentró en el bosque. Las dos abejas la alcanzaron y vieron un
hermoso árbol de grandes ramas, del que salía un dulce sonido de flauta.
Chandra divisó a una mujer, que se parecía a su esposa, y que se hallaba
sentada en un trono, sobre una rama. Su belleza era sólo comparable a los rayos
de la luna.
Prabhá trepó al árbol y
se sentó junto al trono, mientras Chandra se preguntaba si lo que estaba
viendo era verdad o únicamente una ilusión de sus sentidos. Contempló cómo las
dos mujeres comían frutas y bebían algún licor.
Entonces, Prabhá dijo a
su compañera:
-Querida hermana: debo
abandonarte ahora, porque un respeta-ble sacerdote ha llegado a nuestra casa.
Pronto se despertará y debo ocuparme de agasajarle como se merece.
Dicho esto, bajó del
árbol y se dirigió hacia la casa. Únicamente el hallarse transformados en
abejas permitió a Agni y a Chandra llegar antes que ella.
El dios dijo al joven:
-Por lo que has
presenciado, habrás deducido que tu esposa no es una simple mortal, sino alguna
clase de ser divino. La mujer a quien visitó era, indudablemente, su hermana.
Ahora piensa: ¿por qué querría un ser celestial tener relaciones con un
humano?
-¿Qué debo hacer,
entonces? -preguntó Chandra.
-Ten confianza. Te daré
un diagrama mágico que habrás de dibujar sobre su puerta y asimismo te
revelaré un plan que incrementará el poder mágico del dibujo.
El dios así lo hizo. Dio
el diagrama a Chandra, le explicó lo que tenía que hacer y desapareció.
Por la tarde, Chandra
hizo el dibujo sobre la puerta de la alcoba de su esposa. A continuación se
vistió sus mejores ropas e hizo traer a una cortesana del lugar, a la que
había aleccionado. Estuvo charlando con ella animadamente, hasta que Prabhá
les oyó y salió de su habitación.
-¿Quién es esta mujer?
-quiso saber-. ¿Qué hace en mi casa?
-Es una amiga a la que he
llamado para que me haga compañía en mis días de soledad -fue la repuesta de
Chandra. Supongo que no objetarás a su presencia.
Entonces empezó a hacer
efecto el diagrama mágico que el dios Agni le había entregado a Chandra y que
no era sino un medio de provocar los celos de las mujeres. Prabhá sintió una
sensación desconocida en ella y, casi sin pensar lo que estaba diciendo,
protestó de la siguiente manera:
-Sí tengo mucho que
objetar. No me parece bien su presencia aquí. ¿Qué necesidad hay de otra mujer
joven y bella en la casa? Si quieres gozar de una mujer, para eso estoy yo
aquí, que soy tu esposa.
Chandra aparentó no estar
interesado en ella y esto aumentó aún más los celos de Prabhá. Se sintió inflamada
por el deseo y suplicó a su marido que la aceptara. Él fingió acceder de mala
gana y ambos penetraron en la alcoba, donde consumaron finalmente su matrimonio.
A partir de este momento
ambos vivieron felices y Chandra gozó de su esposa celestial, que tenía muchos
poderes divinos y, afortunadamente para su esposo, algunas debilidades
humanas.
(Del Kathâsaritasâgara de Somadeva)
Fuente: Enrique Gallud Jardiel
004. Anonimo (india),
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