El maestro reunió a sus
discípulos y les dijo:
-El apego nos hace
sufrir, origina disputas aun entre los seres más queridos, nos hace aferrarnos
y entrar en servidumbre. Es fuente de dolor y de división, de enemistad y
competencia. Poned todo vuestro empeño en estableceros en el desapego. El
apego siempre es apego.
Después de la charla, uno
de los discípulos comenzó a pensar sobre el tema y a darle más y más vueltas.
No terminaba de comprender que el apego siempre fuera apego ni que todos los
apegos fueran iguales. Confuso, acudió ante el maestro y le dijo:
-Me cuesta creer, señor,
que todos los apegos sean iguales.
-Todos tienen en común la
misma actitud mental -repuso con firmeza el maestro.
-Pero ¿por qué?
-Cierra los ojos y saca
la lengua.
Así lo hizo el discípulo.
El maestro le puso entonces una gota de miel en la boca.
-¿Qué es? -preguntó el
maestro.
-Miel -contestó el
discípulo, sorprendido.
-Pues bien, nadie puede
tomar una gota de miel sin que le sepa dulce. El disfrute es el disfrute, cualquiera
que sea el objeto que lo produzca, pero lo que sí es posible es cambiar la
actitud ante el disfrute. Unos se apegan a la miel y otros se ejercitan para no
hacerlo, pero la miel es dulce para todos.
El Maestro dice: Es el ego el que se apega y se recrea en el
sentido de posesividad. Con una actitud de desapego y ecuanimidad, hay
disfrute sin encadenamiento y sufrimiento sin mayor sufrimiento.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
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